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Blog de Miguel Angel Rodriguez y Urosa

Venecia, retrato al natural

Venecia, retrato al natural
Venecia ya no era la dueña y señora del comercio, ni sus naos surcaban engalanadas y repletas de valiosas mercancías las aguas y los puertos del Mediterráneo. Corría ya el siglo XVIII y el apogeo económico de la República había quedado atrás. Sin embargo, nobles y pudientes europeos aún visitaban y gozaban en el esplendor de sus palacios y canales, y la pintura era un estallido de nombres y de hombres que las cortes del Viejo Continente se disputaban.

El “Settecento Veneziano” se nutrió de docenas y docenas de artistas (más de trescientos, muchos de ellos grandes maestros), con Tiépolo, Ricci y Canaletto a la cabeza, que convirtieron la capital del Véneto en una paleta multicolor y vivaz, en un esplendoroso lienzo que se admiraba desde todas las capitales y países.

Explosión de talentoBuena parte de esa explosión de talento y belleza puede ahora contemplarse (hasta el 7 de junio) en la exposición “Settecento Veneziano. Del Barroco al Neoclasicismo”, en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando de Madrid, que ha contado con la colaboración de la Fundación Banco Santander y la Embajada de Italia. Comisariada por Annalisa Scarpa, la muestra se nutre de obras que han llegado de distintos museos y diversas colecciones privadas, especialmente la Colección Terruzzi, y muchas de ellas son expuestas por primera vez en España.
Scarpa destaca que muchos de estos pintores “fueron viajeros, emigrantes de lujo, requeridos por las más refinadas cortes de Europa”, tal y como sucedió con Carlos III, que se trajo hasta Madrid a Gian Battista Tiépolo para que pintara y decorara el Palacio Real. Del gran pintor veneciano, muerto en la capital española en 1770, la exposición muestra “Rinaldo y Arnida” y “La Inmaculada”, dos punteros ejemplos de su talento, considerado “la apoteosis de la expresión pictórica veneciana”.
Annalisa Scarpa subrayó también los estrechos vínculos culturales existentes entonces entre la Ciudad de los Canales y nuestro país, y destacó que todas estas obras y este periodo se “distinguen por el peculiar uso de la luz y del color, que la convierten en una pintura en la que hay que entrar con el corazón”.
Importante prestigioTal fue el prestigio de los artistas del “Settecento Veneziano” que muchos de ellos contaban con auténticos representantes (por usar un término actual) que se encargaban de postularlos y promocionarlos ante los distintos reyes europeos. Incluso, muchas de sus obras eran requeridas por prohombres que nunca habían tenido la posibilidad de visitar Venecia pero que soñaban con ella y querían que sus salones estuvieron ornados y decorados como cuadros inspirados en la bella ciudad italiana, como si fueran postales, lujosas y bellísimas postales.

El “Settecento” fue el intenso y luminoso tránsito del Barroco al Neoclasicismo, tal como explica Víctor Nieto Alcaide, Académico Delegado del Museo de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. “Esta exposición muestra la elevada calidad y la originalidad de la pintura veneciana del XVIII. La preocupación de los pintores venecianos por la percepción de las transformaciones de la luz y el color, al igual que la atención por captar lo singular, anecdótico y cotidiano, alcanzaron un desarrollo inédito en la pintura del Settecento.

La pintura, al no estar condicionada por las normas rigurosas del clasicismo y ser entendida como un valor en sí misma, dio lugar a nuevas formas de modernidad y de autonomía pictórica llamadas a tener amplio eco en el arte posterior”. La brillante nómina de pintores representados cobija además de a Tiépolo, a su hijo mayor, Gian Domenico, a Antonio Bellucci, Sebastiano Pellegrini, Rosalba Carriera, Pietro Longhi, Luca Carlevarijs, Johan Richter, Canaletto, Bernardo Bellotto y Francesco Guardi, entre otros nombres radicalmente propios

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