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Blog de Miguel Angel Rodriguez y Urosa

Escuelas Pías de San Antón

La simpleza de un jardín acaba resolviendo un complejísimo proyecto arquitectónico. Sin artificios. Discretamente apoyado en dos nobles magnolios, el jardín del imponente edificio de las Escuelas Pías de San Antón, se va a convertir en el principal elemento transformador de la vida de un barrio, el de Justicia, en pleno centro de Madrid.

Colegio de Arquitectos

Todo empezó con la búsqueda del Colegio de Arquitectos (Coam) de una nueva sede. "El Ayuntamiento nos ofreció algunos lugares", cuenta el decano del Coam, José Antonio Granero. "Pero queríamos estar en el centro de la ciudad porque queremos que sea un centro con mucha actividad, y surgió esta idea", añade.

Encontraron un edificio que había funcionado como colegio de los escolapios hasta los años ochenta. Luego pasó a ser suelo municipal con distintos destinos. Pero en 1996, un incendió lo dejó vacío durante 10 años. Hasta 2005. Ocupa 20.000 metros cuadrados, de los cuales 12.000 se destinarán a la sede del Coam, el Museo Nacional de Arquitectura, la biblioteca y la tienda. Los 8.000 restantes, cuya construcción y equipamientos corre a cargo del Coam a cambio del uso del edificio durante 75 años, albergará distintos equipamientos municipales: escuela infantil, escuela de música, centro de día para mayores, piscinas públicas, restaurante, terraza y aparcamiento. Este no es de residentes, pero las 266 plazas que saldrán a la venta y cuyo precio fijará el Ayuntamiento se ofrecerá primero a los vecinos. Otras 200 plazas se contempla que sean de rotación.

En cuanto a los plazos, primero está previsto el traslado del Coam en el primer trimestre de 2012. Y después, paulatinamente hasta verano, se abrirá el resto de servicios. Ahora se encuentra en fase de concurso la concesión y explotación del restaurante y las piscinas, que funcionarán como cualquier otro polideportivo municipal. El coste total del proyecto es de 37 millones de euros.

Y así, de la oscuridad en la que quedó sumido tras el incendio, hoy ha dado paso a un edificio transparente. Doce ventanales de gran altura, a ras del suelo, dejan ver desde la calle de Hortaleza lo que ocurre en el interior. Una ventana indiscreta abierta a un hall de 2.500 metros cuadrados. "Ves la vida, ves que dentro pasan cosas, y esa alegría y curiosidad que transmite es una de las ideas del proyecto", cuenta el autor, Gonzalo Moure.

- Jardín. Donde ahora hay arena y agua pronto habrá una superficie ajardinada que hará también de patio de la escuela infantil. "Es una zona silenciosa, para la calma. Poder plantar esto en una zona tan densa como esta es un sueño", señala el arquitecto. Tres calles -Hortaleza, Santa Brígida y Farmacia- envuelven al edificio y desde cualquiera de ellas se puede contemplar el jardín abierto al público. La transparencia entre calles tan estrechas alivia ese volumen algo intimidante del edificio. "No hay nada mejor que ver un árbol", opina el arquitecto gallego. "Cuando acabas la carrera te preocupan los edificios, su belleza. Al cabo de 30 años me interesan los árboles".

Una vez en el interior, unas escaleras conducen a las tres plantas del edificio. El suelo es de canto rodado (o canto del morro), material casi olvidado en estos tiempos. El arquitecto lo defiende con un juego de palabras: "Para ser original tienes que ir a los orígenes".

- Colegio de Arquitectos. ¡El paraíso, pinta el paraíso!, pidió Moure al artista Marcos Sánchez. Y este se dedicó durante bastante tiempo a pintar sobre el Jardín Botánico hasta volcarlo en el techo de la futura sede del Coam. El resultado es un estudio de cómo se vive la luz a través de las hojas de los árboles. "Otro jardín arriba", se entusiasma el arquitecto. "Esto demuestra un esfuerzo del Colegio de Arquitectos por no ser autista, por poner la arquitectura en relación con otras artes, como la pintura y la escultura, y por eso habrá también un ángel del escultor Sergio Portela", detalla Moure, cuyo proyecto compitió con otros 300 que se presentaron a un concurso internacional en 2005.

- Piscinas. Una sencilla celosía de cerámica que, aunque no lo parezca, es de cinco blancos diferentes (otra vez el jardín: "es el efecto de las hojas de los árboles según la luz") esconde unas piscinas que parecen unas termas. Una grande de unos 350 metros, otra de niños, de unos 50 metros, y una zona de spa. Una vez más, el arquitecto tuvo que pelear para hacer lo obvio, cuenta. Que el suelo fuera solo de granito y que su limpieza no se resolviera a manguerazos, sino con una pequeña máquina de vapor. "Tenía que ser como una joya que es lo que significa una piscina en medio de Madrid".

En este espacio en el que todas las paredes son transparentes, el arquitecto sí ha querido disimular con la celosía lo que ocurre en el interior. Mostrarlo lo considera urbanamente exhibicionista, vulgar. "Viniendo por la carretera de A Coruña, a la altura creo que de Las Rozas, había un gimnasio y desde la carretera se veía a unos tipos haciendo sus ejercicios. Y no hay por qué verlo. No tengo por qué ver a la gente en bañador y, sin embargo, sí quería que los bañistas pudieran contemplar el cielo de Madrid".

Las vistas cuando se accede a los vestuarios siguen siendo hermosas: el campanario de la iglesia de San Antón y su ábside, que siempre había estado escondido y se ha sacado al exterior. Al lado, un cubo de cristal, que será la sala de música de cámara.

- Escuela de música. Un pasadizo que guarda una cúpula de Ventura Rodríguez, cuyo destino estudia ahora Patrimonio, conduce a esta escuela que tiene un aula de música de cámara, aulas de percusión y zonas de estudio para que los niños puedan compaginar mejor la música con sus estudios. Y en la zona de arriba, la sala noble, la de audiciones.

Al lado, un umbral, una especie de terraza cubierta que el arquitecto, que tiene hijos que estudian música, llama logia. "Salir ahí mientras ellos estudian y ver la cúpula de la iglesia", concluye, "es un lujo".

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