Madrid 2020
A pesar de ser derrotada por Río de Janeiro en la última votación, Madrid puede tener la satisfacción de haber superado a sus dos competidores del mundo desarrollado, Chicago y Tokio, que representaban a dos potencias económicas como EEUU y Japón. Jugamos con las mismas armas y pudimos con ellos.
La gran sorpresa de la jornada fue la eliminación a las primeras de cambio de Chicago, que contaba con la presencia de Obama como su principal baza. El glamour del presidente no ha sido suficiente para enmendar los fallos de la candidatura. Tokio, que había hecho un correcto trabajo, cayó a la segunda. Casi todos los votos de una y otra fueron a parar a Río, que al final se impuso por un claro resultado de 66 a 32.
Este trasvase a la ciudad brasileña indica que los miembros del Comité Olímpico prefirieron optar por la regla no escrita de la rotación de continentes en lugar de apostar por otra sede con unas infraestructuras con más garantías. Jacques Rogge prometió a Gallardón que no influiría este factor y, sin embargo, ha sido decisivo. Si se examinan las tres votaciones, es obvio que dos tercios de los miembros del Comité apostaron tenazmente por que los Juegos no volvieran a Europa después de los de Londres.
Como decía Zapatero el pasado jueves, todo lo que se podía hacer por Madrid se ha hecho. Nadie puede dudar de que, desde el punto de vista técnico, la candidatura de la capital de España era mejor que la de Río. Pero la ciudad brasileña, liderada por el carismático Lula, representaba a una Latinoamérica que nunca ha organizado unos Juegos y a un país emergente que necesita un impulso económico y político. Madrid no podía ofrecer ese perfil.
Si el Comité Olímpico tenía una asignatura pendiente con Brasil, la tiene ahora con Madrid, que se ha presentado tres veces, la primera siendo alcalde Arias Navarro en los años 60. Barcelona lo hizo en cinco ocasiones. Después de haber quedado la tercera hace cuatro años y ahora la segunda, Madrid tiene que optar a la organización de los Juegos de 2020, que lógicamente deberían celebrarse en Europa. Aunque todavía quedan dos años para tomar una decisión, Madrid ha de movilizarse de nuevo por ese gran ideal olímpico que se ajusta tanto a la personalidad de la ciudad.
Mucha gente estará en estos momentos decepcionada por el resultado de la votación de ayer, pero hay que valorar tanto la excelente imagen que se ha dado de Madrid como la unidad de todas las instituciones, fuerzas políticas y asociaciones cívicas, que han empujado en dirección al mismo objetivo.
Si se pusiera la mitad de talento, trabajo y buena voluntad que se ha desplegado en este evento en la solución de los grandes problemas nacionales, el futuro de España sería esplendoroso. Ese esfuerzo no puede y no debe decaer: hay que intentarlo por cuarta vez, con el factor rotación a favor y la circunstancia de que Madrid es la única gran capital europea que no ha sido sede olímpica, como ayer recordó Esperanza Aguirre.
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