Corona y Arqueología en el siglo de las Luces
El Palacio Real fue el centro ideológico donde se gestó la política de la Corona de España, basada en la consideración del mundo antiguo como modelo de civilización y buen gusto, y que en cultura supuso la creación de las Reales Academias y de colecciones que dieron lugar al museo del Prado o el Arqueológico.
A esta historia y a la contribución de la Corona al fomento y estudio de la Antigüedad está dedicada la exposición "Corona y Arqueología en el siglo de las Luces" en el Palacio Real.
Organizada por Patrimonio Nacional y la Real Academia de la Historia y con el patrocinio de la Fundación Banco de Santander, la exposición muestra más de 180 objetos, desde cuadros a muebles, adornos, esculturas, inscripciones, monedas y medallas, además de libros y documentos, que permiten conocer como la política de la Corona española fue una de las aportaciones más importantes en la historia de la Arqueología.
Martín Almagro y Jorge Maier, comisarios de la exposición, han distribuido las piezas en once salas en las que además de apreciar como la dinastía borbónica impulsó y desarrolló expediciones humanísticas que contribuyeron al fomento de la arqueología, se profundiza en la modernización cultural y científica de países integrados en la Monarquía Hispánica, como México, Brasil o Nápoles.
Visiblemente entusiasmado, para Martín Almagro la exposición es "un gran descubrimiento" que permite conocer de donde vienen unos fondos únicos en el mundo, como los del Prado, el Arqueológico, la Biblioteca Nacional, etc. "Instituciones pioneras en el mundo surgieron en esta casa, en una política cultural que era una avanzada en Europa".
Martín Almagro comentó que Carlos III, el "Rey Arqueólogo", ha sido el mejor arqueólogo de la humanidad "y no se le cita en los libros de arqueología".
Esta "hermosísima escalera de color", palabras con las que ha definido la exposición, "no estaba preconcebida sino que fue saliendo" según fueron avanzando en unas investigaciones que han dudado dos años.
La arqueología es el eje fundamental del discurso pero, además, la exposición muestra el origen de la arqueología misma, su descubrimiento y las consecuencias que tuvo en Europa en la construcción del neoclasicismo y que se trasladaron a América. Del conocimiento de la arqueología clásica se salto al de la arqueología islámica, la de América, la de África, destacó Jorge Maier.
En opinión del comisario, la muestra es "compleja pero a la vez sencilla y reveladora ya que profundiza en aspectos conocidos en parte pero nunca como una totalidad".
Como introducción, la primera sala se dedica a las antigüedades en la España de los Austrias y en ella se exhibe "Perspectiva de un anfiteatro romano" de Domenico Gargiulo, del Prado y depositada en el Ministerio de Asuntos Exteriores.
Del mismo autor es "Entrada triunfal de Constantino en Roma", también del Prado, que se exhibía en la sala anterior al Salón de Reinos y que es un ejemplo de cómo "la arquitectura tenía un sentido de manipulación política, del que se fue deshaciendo", según Martín Almagro.
En un relato en el que se quiere destacar las iniciativas más importantes de cada época, Felipe V e Isabel de Farnesio ocupan un espacio importante, destacando las compras de la colección de esculturas de la reina Cristina de Suecia y del Marques de Carpio, a las que pertenecen el "Puteal de la Moncloa", obra maestra de la escultura helenística, y el "Grupo de San Ildefonso", que se admiraba como la mejor escultura del mundo clásico.
Los siguientes apartados tratan la creación de la Real Academia de la Historia; la promoción de la arqueología en el reinado de Fernando VI; el primer viaje de estudios arqueológicos para conocer las antigüedades nacionales; el descubrimiento de Pompeya y Herculano "hito sin parangón en la Historia de la Arqueología"; los ecos de Herculano y la difusión del buen gusto y la exhibición de antigüedades árabes de España.
La escultura de mármol "Trajano de Itálica", procedente del Museo Arqueológico de Sevilla, preside el espacio dedicado a las expediciones arqueológicas en España durante el reinado de Carlos III, y una reproducción del Calendario Azteca ilustra el dedicado al nacimiento de la Arqueología mexicana.
La exposición finaliza con el reinado de Carlos IV, el periodo de mayor esplendor de las investigaciones arqueológicas, donde se exhibe él retrato de Ceán Bermúdez pintado por Goya.
El Palacio Real de Madrid invita al visitante a la gozosa aventura de recorrer la exposición Corona y Arqueología que, a lo largo de 11 suntuosas salas, muestra hasta el 11 de julio, en horario continuo hasta la media tarde, 180 deslumbrantes vestigios de la Antigüedad. Esculturas, monedas, medallas, inscripciones y documentos explican con amenidad la transformación del mero acopio de coleccionistas anticuarios en una disciplina que, ya en el siglo XVIII, llegó a ser considerada ciencia matriz de la Cultura y de la Historia: la Arqueología.
Vaciado en yeso de Clío, musa de la Historia.- SANTI BURGOS
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Esculturas y monedas explican la evolución de esta disciplina
Fue posible por el entusiasmo de una plétora de personalidades como el precursor Ambrosio de Morales, más los ilustrados Vincencio de Lastanosa, Francisco Pérez Bayer o el marqués de Valdeflores. Su ímpetu de saber halló en la Corona de España y en validos como Ensenada y Campoamor lúcida complicidad y potente estímulo, según refiere la exposición organizada por Patrimonio Nacional con apoyo científico de la Real Academia de la Historia y financiación de la Fundación Banco de Santander.
Cuatro monarcas, Felipe II, precursor, y Fernando VI, Carlos III y Carlos IV, como amantes e impulsores de la Arqueología, tramaron entre los siglos XVI y XVIII el rico bastidor documental, institucional y museístico sobre el cual España proyectaría al mundo su hegemonía en tan culta ciencia. La enriquecieron disciplinas como la numismática, la diplomática, la epigrafía o la medallística y expresiones como la arquitectura y la estatuaria. Sus saberes, sistematizados y codificados en España por impulso regio y de forma pionera en el mundo, cristalizaron en 1803 en una Real Cédula, primera legislación patrimonial de su género. Desde aquí irrigaría Europa e irradiaría América, de México a Perú.
Martín Almagro Gorbea, Anticuario Perpetuo de la Academia de la Historia, y Jorge Maier comisarían esta muestra, nutrida con fondos procedentes de Patrimonio Nacional y otros allegados por museos estatales como el Arqueológico Nacional, el de Sevilla y el de Córdoba, la Biblioteca Nacional o el Museo del Prado, al igual que entidades privadas como la Casa de Alba.
Los objetos mostrados, con sus respectivas escalas -desde una moneda, as, de bronce del siglo II antes de nuestra era, hasta el brocal romano de la colección de la reina Cristina de Suecia adquirida por Felipe V- permiten descubrir una misma impronta civilizatoria.
Significantes tan dispares como los misteriosos verracos betones, semejantes a los pétreos toros de Guisando, o la marmórea estatuaria romana de la andaluza Itálica, representada aquí por una grandiosa escultura del hispano emperador Trajano, se ven unidos por un mismo significado que define el proseguir incesante de la cultura universal. A ella contribuyó España grandemente en el prodigioso Siglo de las Luces. Su retorno al clasicismo bebió del esplendor del imperio de Roma. Precisamente en su estela buscaron los Reyes de España míticas raíces para su monarquía. Ya Felipe II mandó consignar en sus Relaciones topográficas monumentos y epigrafías de un primer repertorio patrimonial que cobraría plenitud dos siglos después, bajo Carlos III, mentor de los hallazgos de Pompeya y Herculano cuando gobernaba Nápoles. El ímpetu carolino se expandió a la arqueología islámica en la Granada nazarí -se muestran fabulosas vasijas más alzados palaciales de Juan de Villanueva-y hacia la América hispana. Impresiona al visitante una copia, tres metros de diámetro, del circular calendario azteca que atesoró en sus salas la Real Academia mexicana de San Carlos, primera institución arqueológica del Nuevo Mundo.
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