Reabierta la Capilla del Obispo
De lo poquito de estilo gótico que hay en Madrid, hoy se inaugura la joya de las joyas: la Capilla del Obispo, perteneciente al Conjunto Monumental de San Andrés.
Hace cuarenta años le diagnosticaron ruina. Se cerró por peligro de derrumbe. Ha estado en obras los últimos cinco. Ahora, con la rehabilitación acabada, esta capilla —en el número 1 de la plaza de la Paja, dentro del corazón castizo de la ciudad—, abre sus puertas de par en par. Lo harán, según lo previsto, la presidenta de la Comunidad, Esperanza Aguirre, y el cardenal arzobispo de Madrid, monseñor Rouco. Y con misa.
La hermana Isabel recogía ayer los bártulos y los pentagramas a toda prisa. Con su hábito gris, impoluto, la pillamos nada más terminar el ensayo. «Sí, cantamos en la misa de inauguración. Es un privilegio en esta capilla», nos decía. Ella forma parte de un coro de once voces. Cinco hombres y seis mujeres. Pertenecen a los Hermanitos y Hermanitas del Cordero. Lo corto del ensayo que escuchamos hace prever que sus cánticos, esta tarde, en la misa de siete, sonarán a gloria.
Bien de Interés Cultural
El objetivo de esta complicada restauración es que de la Capilla del Obispo pudieran disfrutar todos los madrileños y los que visitan la ciudad. Desde luego, parece parada obligada. Se trata de un edificio del siglo XVI, declarado Bien de Interés Cultura, la máxima protección que contempla la legislación. En la obra se han invertido casi 3,3 millones de euros. La Fundación Caja Madrid ha aportado 2,1; el resto, el Gobierno regional. El complejo histórico artístico se abrirá al público a partir del próximo lunes. Habrá cultos, misas incluidas. Las visitas guiadas están en estudio pero con muchas posibilidades de que se lleven a cabo.
Las tareas de rehabilitación han sacado a la luz —como informó ABC el 4 de abril de 2004—, los cimientos de la parroquia de San Andrés y su cementerio, que los visitantes podrán contemplar desde un gran ventanal en el suelo de la capilla. Se han encontrado esqueletos de, al menos, cincuenta personas. Ahora se estudia el ADN para las posibles identificaciones. Lo que sí es seguro es que entre los enterrados se encuentran los restos de don Gutierre de Carvajal y Vargas, Obispo de Plasencia, que fue quien, en 1524, continuó con las obras de esta capilla fundada por su padre, don Francisco de Vargas y Medina, privado de los Reyes Católicos.
La idea original fue que este lugar fuera la capilla funeraria para albergar los restos de San Isidro porque, según cuenta la historia, aquí mismo se levantó una modesta iglesia de la que fue feligrés Isidro Merlo y Quintana, luego San Isidro Labrador, que trabajó aquí como albañil.
Enterrado y desenterrado en varias ocasiones, tras descubrirse el cuerpo incorrupto del Santo patrón dicen que Alfonso VII erigió la primera capilla para San Isidro en Evangelio de la primitiva parroquia de San Andrés.
En los últimos años, el Gobierno regional ha restaurado esta Capilla del Obispo, incluidos sus bienes muebles: el retablo mayor, sepulcros y retablos menores. Además, la sala capitular y el atrio, lugar éste último donde se ha situado una puerta para que se comuniquen la Capilla del Obispo, la iglesia de San Andrés y la capilla de San Isidro. Se ha dotado a todo el complejo de un ascensor y de aseos con vistas a su uso por el público.
El retablo mayor, obra de Francisco Giralte, discípulo de Berruguete, es plateresco. Magníficas las escenas de la infancia y la pasión de Cristo. La parte de los sepulcros está esculpida en alabastro. Pertenecen al Obispo de Plasencia y a sus padres. Lo de estos últimos no está confirmado.
Las tres disciplinas
«Es un verdadero placer poner estas joyas a disposición de los ciudadanos», asegura el director general de Patrimonio Histórico de la Comunidad de Madrid, José Luis Martínez-Almeida. Confiesa que su favorito es el cenofio de alabastro situado a la izquierda del altar mayor. «Es una maravilla. Por su composición y su estado de conservación. Una joya única».
Y recuerda Martínez-Almeida que la rehabilitación de la Capilla del Obispo «ha necesitado de arqueología, arquitectura y bienes muebles, las tres disciplinas básicas en materia de restauración. Un reto».Hoy se abre al culto la Capilla del Obispo, alhaja gótica apenas conocida que Madrid atesora desde hace cinco siglos. Este templo único en Madrid se hallaba años atrás en una situación de abandono próxima a la ruina. Ahora, tras cuatro décadas largas de cierre apenas interrumpido por una exposición fotográfica en 1996, sus cubiertas, artesonados, columnas, forjados, muros, cimientos y ornamentaciones se han visto beneficiadas por la estela de una rehabilitación integral de la iglesia y de su sala capitular. Acometida por la Dirección General de Patrimonio del Gobierno regional, ha sido culminada por el arquitecto Javier Vellés y la aparejadora Charo Fernández Heras.
Un descendiente de Iván de Vargas la construyó como tumba de San Isidro
La Casa de Alba la cedió a la Iglesia para que la abriera a los madrileños
La inversión, en la que colabora la Fundación Cajamadrid, ha alcanzado 3.252.404 euros a lo largo de un lustro de obras incesantes, interrumpidas a fines de 2007 durante un año tras el hallazgo de vestigios arqueológicos presumiblemente procedentes de la época islámica. Restos procedentes de hasta 50 personas, muchas de ellas infantes, fueron encontrados en un cementerio milenario, bajo el suelo del templo, cuando se intentaba calefactarlo y convertirlo en radiante, como así ha sido ahora. Una vitrina arqueológica abierta en el suelo de la iglesia muestra hoy al visitante la disposición de los enterramientos descubiertos.
En una estancia subterránea jalonada por un juego de arcosolios recobrado durante la actuación, tres grandes vitrinas muestran útiles hallados también allí. Se trata de molduras, clavos e instrumentos de cantería. La supervisión arqueológica fue responsabilidad de Pilar Mena, experta de la Dirección General de Patrimonio de la Comunidad de Madrid.
Desde la escalinata que domina la plaza de la Paja, detrás de la contigua iglesia de San Andrés, se accede a un claustro con zócalos de piedra, ahora acristalado, donde se abre una puerta de nogal con escenas bíblicas excelsamente talladas, atribuídas a Francisco Villalpando y a Cristóbal de Rojas: al cruzar la preciosa puerta, la mirada se deslumbra frente al destello que surge de un retablo de ciprés policromado, con la serena impronta castellana de Alonso de Berruguete. Refulgen sobre su superficie carnaciones rosáceas de figuras de la Pasión de Cristo, labradas por su discípulo, Francisco Giralte, entre columnas estofadas en oro por Juan Villoldo El Mozo.
Cuando la mirada aún no se ha repuesto de tanta magnificencia, un cenotafio cincelado en mármol por el genio de Giralte, muestra el primer fulgor manierista importado por Juan de Juni, su maestro. Está situado en el paramento derecho -el de la epístola- y atrae hacia sí toda la atención: una figura orante sobre un rico reclinatorio, entre niños y matronas, mira al altar mayor, a cuyos flancos dos estatuas más, arrodilladas y talladas sobre mármol de Cogolludo, rezan una oración que ha durado cinco siglos. Componen los que fueran tres sepulcros -ahora vacíos cenotafios- de Francisco de Vargas e Inés de Carvajal, y de su segundo hijo, Gutierre de Vargas Carvajal, nacido en 1506, prohombre del Renacimiento, mecenas de empresas navales hacia el Estrecho de Magallanes y pródigo obispo de Plasencia desde los 18 años. En 1535, Gutierre culminó la construcción de la capilla iniciada por su padre en 1524.
Consejero de Isabel de Castilla y Fernando de Aragón, también de Carlos I, Francisco de Vargas, el más poderoso gentilhombre de la Corte española, con la venia del Papa León X quiso sepultar en esta capilla los restos de Isidro, el futuro patrono de la ciudad. Cuatro siglos antes, el santo había sido empleado como agricultor e hidráulico por su antecesor, Iván de Vargas, en los predios ganados por favor regio tras participar en la reconquista de Madrid, entonces en manos árabes.
Con el tiempo, la Capilla del Obispo perdió en un pleito la custodia de los restos del santo, que fueron a parar a la paredaña iglesia parroquial de San Andrés, también restaurada y donde se veneran en la colegiata. Las relaciones de los párrocos con los 13 capellanes -el poeta y músico Vicente Espinel fue en 1624 uno de ellos- se rompieron durante siglos. Ahora, una puerta de bronce verde, cincelada por Joaquín Cruz Solís, restaña las viejas heridas y permite un tránsito sellado antaño entre ambos templos.
Las Hermanitas del Cordero, congregaciòn francesa ataviada de azul y de reciente instauración en España, se hará cargo de la Capilla, de la que es titular el Arzobispado madrileño. La recibió en cesiòn de la Casa ducal de Alba, a condición de que revirtiera al pueblo de Madrid.
Capilla del Obispo. Horario de culto ordinario. Plaza de la Paja, 9. Entrada libre.
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