'La Belleza encerrada' en el Museo del Prado
Durante dos años, la comisaria de la muestra, la conservadora Manuela Mena, y el director del Prado, Miguel Zugaza, han trabajado para hacer realidad la fantasía de crear un museo dentro de otro museo.
Para ello han seleccionado 281 obras que forman un recorrido histórico-artístico que, por primera vez, analiza los orígenes de las obras de pequeño formato y resume la colección del Prado más íntimo, en una exposición que ha sido patrocinada por la Fundación BBVA.
A la calidad y belleza de las obras se une un espectacular montaje, en el que se han formado pequeños gabinetes enlazados con ventanas y puntos ciegos que permiten establecer diálogos entre las diferentes salas.
"Son trucos escenográficos que se presentan al espectador como vasos comunicantes", ha comentado la comisaria, que para mostrar la "Mesa de los pecados capitales", de El Bosco, ha hecho un montaje que recrea "una especie de pozo de lo más profundo de la naturaleza humana".
Pero no se trataba de que la exposición fuera solo un paseo estético, una concentración de inmensa belleza, sino que tuviera un carácter académico, y por ello, a través de las salas, "el visitante puede aprender cronológicamente la historia del arte, la sucesión de las escuelas, la confrontación entre norte y sur, entre españoles e italianos", ha señalado Manuela Mena.
Conociendo las técnicas
Además, se ofrece "un conocimiento de las técnicas que se van sucediendo y que son muy diferentes de unos lugares a otros", con obras sobre tabla, lienzo, pizarra, cobre, hojalata o soportes especiales de vidrio.
Manuela Mena ha cuidado también las diferentes tipologías con cuadros de gabinete, imágenes de devoción, retratos, bocetos preparatorios del XVIII, naturalezas o series, como las de Jan van Kessel el Viejo.
"Hemos montado un museo dentro de otro museo, y son muy pocas las instituciones que puedan hacer algo así. El Prado tiene unos fondos riquísimos y unas colecciones impresionantes", ha valorado la comisaria.
Manuela Mena ha querido dar un protagonismo especial a la riqueza de los centros neurálgicos del Prado, poniendo atención en las obras de Velázquez, Ribera, El Bosco, Rubens, Paret o Goya, "que van reflejando lo que es el museo en grande".
Desde finales del siglo XIV y principios del XV con la "Anunciación", de Fra Angelico, hasta el XIX con Fortuny, Rosales o Madrazo en las diecisiete salas que forman la exposición se pueden contemplar también obras de Durero, Rafael, Veronese, El Greco, Zurbaran, Brueghel el Viejo, Claudio de Lorena, Murillo o Giaquinto.
La mitad de las obras se encontraban en los almacenes; unas 81 estaban en otros depósitos, y muchas de ellas no se mostraban desde hace muchos años.
Al valor de la exposición se une el importante trabajo de restauración que se ha realizado en todos los marcos y en más de setenta pinturas. "El trabajo de recuperación ha sido fantástico: esa también es la belleza encerrada, el quitar barnices y descubrir la obra en toda su belleza", según la comisaria.
Para el director del museo, es importante mostrar que al lado de los grandes cuadros, el Prado conserva esa otra forma de arte, y la exposición "es un acto de generosidad del museo con él mismo y con el público, al mostrar la riqueza y la variedad de sus magníficas colecciones sin más límite que el formato".
Según Zugaza, lo que ha hecho el museo ha sido "un ejercicio narcisista de mirar su propia belleza. Desde hace tiempo el Prado no se mostraba tan intenso y tan amplio", en un recorrido que arranca con un recuerdo a la antigüedad y que termina con un guiño conceptual a uno de los ídolos paganos de nuestro tiempo.
Se trata de una postal de principios de siglo XX que recoge en su reverso la noticia del robo del original del Louvre en 1911. "Todo museo que se precie termina hoy en día en una postal", comentó Miguel Zugaza
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