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Blog de Miguel Angel Rodriguez y Urosa

Reabre el Museo Municipal

Reabre el Museo Municipal

Ha pasado prácticamente una década desde que comenzó la transformación del Museo de la Historia de Madrid, el museo municipal, de la famosa portada barroca de Ribera, en plena calle Fuencarral. Diez años de trabajos para cambiarle la cara y las «tripas» a una instalación situada sobre el antiguo Hospicio de Madrid, y que atesora colecciones que recorren la historia de la ciudad. Unas obras dirigidas por el arquitecto Juan Pablo Rodríguez Frade, experto en museos y responsable también de la transformación del Arqueológico Nacional. El miércoles, finalmente, volverá a abrir sus puertas.

En el año 2002 ya se anunciaba su cierre temporal para realizar obras de mejora. El viejo edificio del Hospicio (de 1722, que se salvó de la demolición al adquirirlo el Ayuntamiento madrileño en 1922) necesitaba algo más que unos arreglos, y a ello se pusieron los responsables municipales. El encargo recayó en Juan Pablo Rodríguez Frade y su equipo, especialistas en instalaciones museísticas.

Tres fases

Los trabajos se llevaron a cabo en tres fases, entre las cuales han pasado años, el lugar ha cambiado hasta de nombre –durante muchos años era conocido como Museo Municipal– y ha tenido periodos de apertura intermitente y parcial de sólo algunas de sus salas.

Rodríguez Frade comenzó a trabajar allí en 2004, y le ha dado la vuelta totalmente al interior del edificio de Pedro Ribera. Respetando, lógicamente, los elementos protegidos: la primera crujía, la bellísima fachada barroca. Ahora, su siguiente reto es la capilla, que abrirá también al público tras ejecutarse trabajos aún pendientes. «El proyecto de adecuación ya está redactado», explica.

El arquitecto es consciente de la expectación que levanta la apertura de este histórico museo, tan popular y querido por los madrileños. «Entiendo que es un lugar muy consolidado», afirma. Lo que se encontrarán los visitantes será un espacio en el que las colecciones se han reorganizado conceptualmente, y donde la puesta en escena está muy cuidada.

Su referente, apunta Rodríguez Frade, pudiera ser el Museo Carnavalet de París, «con muchísima personalidad; No hay elementos interactivos –avisa–; esto no es un museo del siglo XXII, sino que cuenta con mucho arte decorativa, como los museos de principios de siglo, donde el visitante puede dialogar con la pieza».

Ha conseguido ganar al inmueble espacio para un gran patio interior que quedaba «como un vacío entre cuatro construcciones». Él lo ha cubierto, «respetando los cipreses» que aún pueden verse fuera, y ganando un espacio que recibe al visitante. Con un techo de láminas de pan de oro y un perímetro de cristal alrededor. «Resulta un espacio muy cálido, en el que la luz resbala por las fachadas. Y desde las plantas superiores se puede uno asomar a ver el patio», relata.

«Alegoría de Madrid» de Goya

La pieza más sobresaliente que se podrá ver en el interior del Museo de Historia de Madrid seguirá siendo, cómo no, la maqueta de León Gil de Palacio, realizada en 1830. Pero también seguirá allí la «Alegoría de la Villa de Madrid», de Goya, de la que cuentan las crónicas que fue modificada varias veces para adaptarse a los tiempos: primero, en el medallón central del cuadro aparecía el retrato de José I, que más tarde fue sustituido por el de Fernando VII, y después por las palabras «Dos de Mayo» que pueden leerse aún ahora.

En su día, el museo también contó con otras piezas relevantes, como el cuadro de la Virgen de la Leche de Pedro Berruguete, que se trasladó al Museo de San Isidro y se ha cedido al del Prado durante cinco años –hasta 2017–. Oel cuadro de San Fernando ante la Virgen, de Luca Giordano, que preside la capilla.

No obstante, el arquitecto responsable de la restauración del edificio y de su nueva presencia destaca que éste «no es tanto un museo de piezas como un conjunto» que repasa la historia de Madrid a través de tres plantas. Y pronostica sorpresas: «Es muy inesperado: por dentro el visitante va a encontrar un edificio absolutamente sorprendente, un espacio de acogida muy grande en el que en el futuro se instalarán también una tienda y un restaurante».

No evita Rodríguez Frade la polémica en torno a la valla que rodea desde 2013 el museo. «No la hemos hecho nosotros;fue el Ayuntamiento quien la instaló». Su objetivo, explica, «es evitar los actos vandálicos en la fachada del edificio, de Pedro Ribera», que con demasiada frecuencia aparecía dañada o con pintadas.

«Por el lado de la Fuente de la Fama la verja ya existía; se pensó que alargándola a la calle Fuencarral, se protegería la fachada. Pero a cambio, se le resta visibilidad», reconoce. A su juicio, «la idea de la verja no la veo desacertada, pero sí la formalización. Es peor en dis eño que en intención». Y llama la atención de que puede haber «otros elementos disuasorios» que resulten igualmente útiles: por ejemplo, justo frente al Museo se encuentra el edificio del Tribunal de Cuentas, diseñado por Francisco Jareño en 1860, y que no es atacado por vándalos, pese a no tener verja. «Tal vez –sugiere– otras medidas sean eficaces».

Para que el trabajo sea completo, recuerda que aún está «por resolver» la otra fachada del edificio del museo, la que da a la calle Beneficencia. Una calle estrecha que «se dijo que se iba a peatonalizar», y en la que actualmente se protege el edificio con una lona. «Esta parte de atrás no funciona;no está a tono con la edificación de Ribera», insiste.

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