En un lugar de Madrid...
Se les acabó la paz a Miguel de Cervantes y a su mujer, y a los otros 15 individuos que yacían enterrados con ellos en la cripta del convento de las Trinitarias Descalzas. Después de casi cuatro siglos de tierra y polvo, los historiadores que durante los últimos años han investigado en el subsuelo de la cripta del Convento de las Trinitarias de Madrid, ubicado en el Barrio de las Letras, tienen la certeza de que ahí están los restos del escritor, perdidos entre 1630 y 1730, el periodo en el que se construyó la nueva iglesia. En cambio, el equipo reconoce que ha renunciado a individualizar al escritor entre los fragmentos de otras 16 personas con las que comparte nicho.
Los responsables de la investigación han reconocido hoy que su 'veredicto' no responde a pruebas ciertas, sino a la "existencia de muchas coincidencias y ninguna discrepancia". No hay ADN que verifique las conclusiones y no lo habrá, puesto que la hermana del escritor, monja carmelita, se encuentra enterrada en el osario de un convento en Alcalá de Henares, lo que hace inviable el cotejo de muestras.
Entonces, ¿de quién son los restos cuyas imágenes distribuyó ayer el Ayuntamiento? Pues del autor del 'Quijote', de su esposa y de otras 15 personas con las que comparte fosa, virtud a una reducción de restos cuya antigüedad han establecido en la que vivió y murió el escritor.
Vamos por partes
Según fuentes de la investigación, el hallazgo no se ha producido en el punto de enterramiento donde el escritor fue sepultado en 1616 sino el sitio al que se trasladaron sus restos óseos con posterioridad. En realidad, Cervantes permaneció muy poco tiempo enterrado en la primitiva iglesia de San Ildefonso. En 1630 los 17 cuerpos que allí se encontraban y que no pertenecían a la familia de los patronos, fueron exhumados y custodiados por la comunidad de monjas. En las cláusulas del Patronato de los Marqueses de Laguna, que duró desde 1630 hasta 1668 se menciona que dichos cuerpos sean trasladados "a donde haya lugar", pero siempre dentro de los muros de la comunidad. En 1730 se concluyeron las obras del actual convento, ahora catalogado como bien de interés cultural (BIC), lo que posibilitó el traslado de los cadáveres habidos hasta la fecha.
Después de explorar los 36 nichos encontrados en la pared de la cripta y descartar la posibilidad de que alguno de ellos albergase restos tan antiguos, se trasladó la investigación al subsuelo de la misma. Allí se encontraron tres momentos de enterramiento. En la primera cota, a pocos centímetros del enlosado, había un gran número de enterramientos infantiles (172), procedentes de distintas clases sociales, el 50% menores de un año y el otro 50%, de entre uno y cuatro años de edad y, en muchos de los casos, enfermos de raquitismo (el 75%). En el segundo nivel había menor densidad de enterramientos (57), muchos de los cuales dispuestos en féretros (42%).
Por último, el tercer nivel, entre 80 y 100 centímetros bajo las baldosas, está compuesto por un pequeño número de enterramientos de adultos (11), todos ellos en ataúd.
Cronología textil
Precisamente los cuerpos de los ataúdes se encontraban en estado parcial o completamente momificados, lo que ha permitido datar los textiles que vestían. Así, expertos del Museo del Traje estiman que los del primer y segundo nivel pertenecen a una horquilla cronológica de entre mediados del siglo XVIII y mediados del XIX". Los cuerpos del nivel tres, al encontrarse en tierra, presentaban un estado de conservación muy deficiente.
Son precisamente estos los que más nos interesan. A 135 centímetros bajo el enlosado se encontró la citada reducción de huesos que "podría ser compatible con el osario trasladado de la iglesia primitiva a la bóveda de la iglesia nueva, según las fuentes documentales", afirma el dossier de la investigación. Esta reducción se encuentra apoyada directamente sobre la tierra. Junto a ella, pero unos centímetros más arriba se encontró un ataúd, del tercer nivel de enterramientos, que alberga los restos de un capellán cuyas vestimentas se han datado en el siglo XVII, con lo que los expertos presuponen que ésta es la zona en la que se produjeron los enterramientos más antiguos de la cripta.
Conclusiones
Las conclusiones que arroja la investigación precisan que los 100 años (desde 1630 que fueron exhumados, a 1730 que fueron enterrados en la cripta) es tiempo suficiente para que los cuerpos se encontraran esqueletizados, por lo que "es de suponer que fueron trasladados a la cripta formando un osario o reducción". Además, los materiales encontrados en la reducción (textiles y una moneda de 16 maravedíes de Felipe IV) pertenecen al siglo XVII. Pese a que los restos encontrados se encuentran en muy deficiente estado, se han documentado restos de signos degenerativos compatibles con adultos de más edad, así como maxilares con pérdida de dientes en vida.
Así, pues, revueltos con los restos de otras 15 personas, se encuentran los de Miguel de Cervantes Saavedra, en tan mal estado de conservación que el antropólogo forense, el doctor Francisco Etxeberria, ha descartado que se puedan individualizar. Tampoco se han podido determinar patologías compatibles con los padecimientos bélicos de Cervantes.
La Escuela de Medicina Legal de la Universidad Complutense de Madrid ha calculado que entre los restos aparecidos hay un número mínimo de 10 adultos (cuatro de ellos, hombres; dos, mujeres y otros dos de sexo indeterminado) y cinco niños.
Pero el quid de la investigación ha estado en manos de un funcionario del Ayuntamiento: Francisco Marín Perellón, que se incorporó al equipo en febrero y arrojó luz sobre la historia del convento de las Trinitarias. Para ello, buceando en antiguos archivos, hace sólo unos días dio con el libro de muertos de la iglesia parroquial de San Sebastián de Madrid (Libro 4º de Difuntos, años 1609-1620), en la que encontró la lista de las personas enterradas la primitiva iglesia del convento de las Trinitarias. En total, 17 personas, que los investigadores consideran compatible con el grupo de 15 individuos (como mínimo) cuyos restos se han encontrado.
Estas personas, por orden de enterramiento, son: Francisco de Villafaña, Juana López, Miguel de Cervantes, Francisco Martínez, Francisco de Santiago, María Gaitán, Gabriel Martínez, María Gutiérrez, Francisco Martín, Catalina Salazar, Niño de Pedro Paraller. Niño de Pedro Paraller, María de Padilla, Niño de Pedro Cáceres, Niño de Juan Sánchez, Niño de Miguel Salinas y Niño de Miguel Sánchez.
Los trabajos han costado un total de 114.000 euros. El Ayuntamiento de Madrid contactará ahora con el Arzobispado y con las religiosas que habitan el convento para decidir entre todos cuál es el siguiente paso a dar para rendir homenaje al escritor.
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