Musée d'Orsay en Madrid
Los pompiers han estado arrinconados en los almacenes de los museos y es una buena ocasión para saber por qué. Demostraron que el uso de la belleza por encima de sus posibilidades produce monstruos, que pintar con un pie en el museo y otro en los libros es una forma de esclerosis interpretativa, que eran la gota que colmó el vaso de la paciencia del buen gusto y que sus culebrones de cuatro metros para salones burgueses eran la vía muerta de una tradición que fuera del Salón de París carece de sentido. Un canto de cisne, como muy honestamente se ha titulado esta interesante exposición.
La relación que se muestra es la crema delos academicistas, más de 80 obras que recorren desde mediados del siglo XIX la dirección contraria de las Vanguardias. Odiaban el progreso y se refugiaron en un mundo antiguo, mitológico y religioso, en una arcadia exótica y sobreactuada. “En Francia hubo una segregación entre academicismo y vanguardia, entre una pintura digna y una pintura indigna de figurar en un museo. El Museo de Orsay, tal y como fue inaugurado en 1986, bebía aún de esos principios”, cuenta en el Cogeval. La exaltación del impresionismo ayudó a enterrar a estos pintores que nunca pasaron de la categoría de decoradores. Hemos seleccionado diez obras para conocerles mejor.
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