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Blog de Miguel Angel Rodriguez y Urosa

2020: el año de Beethoven

 

Ludwig van Beethoven murió de cirrosis a las cuatro de la tarde del 26 de Marzo de 1827 en Viena. Sus funerales, tres días más tarde, paralizaron la capital del Imperio. Ese día cerraron las escuelas y asistieron 15.000 personas. Los soldados del Cuartel de Asler pusieron orden a la salida del ataúd y la procesión arrancó a las tres de la tarde. Entre quienes portaron el féretro estuvieron grandes personalidades, igual con las antorchas, una de ellas en manos de un compositor, muy joven que empezaba a darse a conocer: Franz Schubert, que murió un año más tarde. El servicio se realizó en la Catedral de San Esteban, las puertas no se abrieron a la multitud hasta tanto el féretro no estuvo instalado, 9 sacerdotes oficiaron la ceremonia. 200 coches siguieron la procesión que terminó en el Cementerio de Währing, en las afueras de Viena.

Jamás el funeral de un músico había revestido tales características, que solo fueron superadas por el de Verdi en Milán en 1901.

Al morir tenía 57 años. El músico más importante de su tiempo, apreciado y respetado por sus contemporáneos, fue el típico representante de la generación de grandes ideales universales y apasionadas declaraciones de principios. Un revolucionario que plasmó en su obra la ruptura ideológica y política generada por la Declaración de los Derechos Humanos y la Revolución francesa.

Dedicarse a la música: un deber

Beethoven nació en Bonn el 16 de diciembre de 1770. Su infancia fue muy distinta a la de Mozart. Para él la música “no fue la expansión serena de la vida, sino algo que le exigió sacrificio, sangre, sudor”. Su padre, un músico mediocre y borracho, quiso hacer de él un nuevo Mozart: “Yo no tenía una predisposición natural para la música, la facilidad no se correspondía con el deseo”.

Pero lo consiguió. Su padre fue su primer maestro, luego secundado por Tobías Pfeiffer, su compañero de juergas: “Fue un milagro que aquellas lecciones, dadas por un par de maestros borrachos, a altas horas de la madrugada, no acabaran con mi interés por la música”. Un nuevo maestro, Christian Neefe, sí lo vio: “Este joven genio merece que se le apoye… será un segundo Mozart”.

A los 17 fue enviado a Viena, conoció a Mozart: “Oídle, ¡Este muchacho dará qué hablar”. El viaje terminó por la muerte de su madre.

El pianista de Viena

A los 22 años se instaló definitivamente en Viena. Se convirtió en una celebridad, no como compositor sino como pianista. En la capital musical de Europa había 300 pianistas profesionales y 6.000 estudiantes del instrumento. Pero Beethoven tocaba distinto y sus interpretaciones apasionadas desbordaban el estilo en boga. Empezó a darse a conocer como compositor. En sus obras había algo muy personal que ponía tierra de por medio con el clasicismo de Mozart y de quien entonces era su maestro: Haydn, que también dejó constancia de la genialidad del discípulo.

Beethoven era la gran novedad y legendaria su facilidad para improvisar al piano.

Tres estilos

La musicología dividió su obra en tres estilos, muy ligados a su vida. El primero, Clásico, va de su infancia hasta 1799. El segundo, Heroico se inicia en 1800, abre las puertas del romanticismo y se relaciona con la aparición de la sordera, de él procede la mayor parte de sus obras “populares”: los Conciertos para piano 4º y Emperador, el para Violín, las Sinfonías Heroica, Quinta y Pastoral, la Sonata Primavera para violín y piano, Las Sonatas para piano Patética, Appassionata y sobre todo la Claro de Luna, y la Bagatela Para Elisa. El último estilo, Reflexivo, sobre cuya fecha de iniciación no se ponen de acuerdo los expertos, corresponde al final de su vida con sus obras más profundas e inquietantes: los últimos Cuartetos para cuerdas, la Novena Sinfonía, la Missa Solemnis, la Sonata Hammerklavier, las tres últimas sonatas para piano, y las Variaciones Diabelli.

La verdad es que el conjunto de los cinco Conciertos para piano y el de Violín, las 32 Sonatas para piano, las de Violín y piano, Violonchelo y piano, sus Lieder, Cuartetos para cuerdas, la Missa, Fidelio su única ópera, música incidental para teatro y un largo etcétera marcan un antes y un después en la historia. Son el punto de referencia para entender el pasado el futuro, y el reconocimiento de la música como una de las grandes creaciones del hombre.

Un compositor casi sin secretos

Como pionero del romanticismo, la posteridad hizo de él un héroe. Casi un santo. Un mártir que compuso en medio de la sordera, víctima de un padre abusador y un incomprendido: todo eso es verdad.

Sin embargo, justamente por la sordera es de los grandes compositores de quien más se sabe. Dejó el legado de su Testamento de Heiligenstadt, testimonio de sus pensamientos suicidas y la misteriosa Carta a la amada lejana y Diarios. Pero sobre todo 137 cuadernos de conversación; algunos deliberadamente desaparecidos para preservar su imagen y otros abusivamente adulterados; pero permiten tener su retrato bastante fidedigno: poco amigo del aseo personal desde la infancia –“Cuando sea famoso eso a nadie le va a importar”– huraño y malgeniado, con mucho amor propio, amigo de fisgonear por las ventanas, mal patrón de sus empleadas del servicio, de quienes desconfiaba y a quienes atacaba con lo que encontraba a mano. Él mismo se encargaba de hacer el mercado y solo compraba lo que estaba en rebaja. Su comida favorita era el pescado seguido de los macarrones con queso parmesano y el asado de ternera. Prefería los vinos dulces a los secos. Con frecuencia, por no tener criada, cocinaba para sus invitados y servía verdaderos desastres, pero no le importaba, hablaba sin parar y era amigo de los malos chistes. Amigo de visitar establecimientos de mala reputación, prefería hacerlo entre las 3:30 y 4:00 de la tarde.

Mal miembro de familia, intentó quedarse con la custodia de su sobrino Karl porque aborrecía a su cuñada. Cuando lo consiguió acosó de tal manera al muchacho que este intentó suicidarse.

Pero, qué se le va a hacer, si era un genio.

Los festejos en el mundo: Beethoven 250

Para las celebraciones, el gobierno alemán ha destinado la nada despreciable suma de 42 millones de euros. Habrá miles de conciertos, exposiciones y simposios cuyo centro de gravedad, desde luego está en Bonn, su ciudad natal, donde los eventos se iniciaron el pasado 16 de diciembre y van hasta el 17 de diciembre, fecha de su bautismo.

En Viena, donde vivió la mayor parte de su vida, ocurrirá lo propio. Igualmente con Londres, ciudad que jamás visitó, pero le encargó la Novena Sinfonía.

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