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Aleluya!
V Centenario del Nacimiento de Santa Teresa de Jesús

Cinco siglos han pasado desde que viniera a habitar entre nosotros. Quinientos años desde que ellla, al final de sus esmeradas industrias, de sus colosales esfuerzos físicos, humanos y religiosos,se encontrara por fin su altísimo Amado. Cinco centurias en las que su nombre y su obra han corrido de boca en boca en boca, donde sus apalabras han servido de socorro para el abono lírico de poetas y escritores de las cuatro esquinas del mundo.
Sí, han pasado muchos años, pero nuestra Santa Teresa (1515-1582) sigue siendo querida por los españoles, a pesar de que en algún tiempo su presencia haya dormido en el baúl de los recuerdos de la Historia y de que su nombre y sus apellidos (De Cepeda y Ahumada , de pura raigambre castellana, aunque no debemos obviar suss gotitas de sangre judía), y también su obra y su legado, fueran expoliados por quien ni siquiera convien recordar aquí.
Una meningitis
La santa fue una mujer débil (se sospecha que apenas una adolescente le afectó una meningitis), de salud quebrada (aunque demostró que era de hierro), pero de ánimo encendido. Emprendedora, valiente, tenaz, luchadora, inteligente, rebelde, tan rebelde que hasta la Inquisición la puso en el brete y tormento de sus dudas. Fundo diecisiete conventos y sus versos aún encandilan a muchísimos jovenes poetas, y sus sílabas siguen pareciendo iluminadas, dotadas de ese don especial que sólo tienen los poetas irrepetibles.
A la santa, su vida y su obra, se dedica la exposición «La prueba de mi verdad» que inauguraron en la sede de la Biblioteca Nacional, en Madrid, Sus Majestades los Reyes. Una muestra, organizada por la propia Biblioteca, Acción Cultural Española (AC/E) y la entidad del V Centenario del Nacimiento de Santa Teresa de Jesús, cuyos comisarios son la profesora y especialista en Siglo de Oro Rosa Navarro Durán y el fraile carmelita descalzo Juan Dobado Fernández.
«La prueba de mi verdad» está compuesta por un centenar de piezas, entre libros (como varios autógrafos de la santa), pinturas, grabados y esculturas de, entre otros, Durero, Zurbarán, Rubens y Alonso Cano. «Esta exposición está hecha a partir del Libro de la vida, de Santa Teresa, y de todos los datos que nos da en su escritura sobre su condición de mujer lectora y escritora en el siglo XVI. Ella misma, a partir de la observación de la Naturaleza y de un autoanálisis del alma, y con una capacidad expresiva intensa, da tales imágenes y alegorías, que luego los pintores no han tenido más que plasmar en sus lienzos», destacaba ayer la comisaria, Rosa Navarro.
Dobado, por su parte, indicó que «en tiempos difíciles como los nuestros, o recios, como ella escribía, ella supo poner coraje, energía y seguir adelante con su propia obra para no dejarse vencer». También remarcó la presencia en la exposición de veintidós conventos que han prestado obras que se exponen por primera vez en público, como el cuadro que Santa Teresa regaló a Toledo.
Despidámonos, pues, con la santa: «En Cristo mi confianza, / y de El solo mi asimiento, / en sus cansancios mi aliento, y en su imitación mi holganza. / Aquí estriba mi firmeza, aquí mi seguridad, la prueba de mi verdad, la muestra de mi firmeza».
Datos útiles
ALBENIZ
Vals del Caballero de Gracia de "La Gran Vía"
Musée d'Orsay en Madrid

Los pompiers han estado arrinconados en los almacenes de los museos y es una buena ocasión para saber por qué. Demostraron que el uso de la belleza por encima de sus posibilidades produce monstruos, que pintar con un pie en el museo y otro en los libros es una forma de esclerosis interpretativa, que eran la gota que colmó el vaso de la paciencia del buen gusto y que sus culebrones de cuatro metros para salones burgueses eran la vía muerta de una tradición que fuera del Salón de París carece de sentido. Un canto de cisne, como muy honestamente se ha titulado esta interesante exposición.
La relación que se muestra es la crema delos academicistas, más de 80 obras que recorren desde mediados del siglo XIX la dirección contraria de las Vanguardias. Odiaban el progreso y se refugiaron en un mundo antiguo, mitológico y religioso, en una arcadia exótica y sobreactuada. “En Francia hubo una segregación entre academicismo y vanguardia, entre una pintura digna y una pintura indigna de figurar en un museo. El Museo de Orsay, tal y como fue inaugurado en 1986, bebía aún de esos principios”, cuenta en el Cogeval. La exaltación del impresionismo ayudó a enterrar a estos pintores que nunca pasaron de la categoría de decoradores. Hemos seleccionado diez obras para conocerles mejor.