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100 años Titanic

La Fundación Titanic ha rendido homenaje en el Museo Naval de Madrid a William Murdoch, "auténtico héroe de uno de los naufragios más trágicos de la historia", ha informado la organización en un comunicado.
El presidente de la Fundación Titanic, Jesús Ferreiro, ha explicado que "si ha habido alguna figura con la que se ha cometido alguna injusticia por las historias que han perdurado sobre ella, esa ha sido la del Primer Oficial, William Murdoch".
Durante la presentación se han desvelado las circunstancias que rodearon la tragedia, las verdades y mentiras que se han contado sobre el naufragio a lo largo del tiempo, desde los errores en la toma de decisiones, las amenazas a punta de pistola para evitar que los pasajeros de tercera montasen en los botes salvavidas o el suicidio del propio Wiliam Murdoch.
Asimismo, la Fundación ha explicado otros mitos sobre los pasajeros, los supervivientes o la recuperación de algunos de los objetos del barco. Como broche final, los asistentes han podido admirar además uno de los elementos con mayor valor histórico de la tragedia del navío: el catalejo de William Murdoch.
200 años de la PEPA

Constitución de 1812, Constitución de Cádiz, La pepa o Constitución gaditana son los términos que a lo largo del tiempo se han utilizado para denominar a la que se reconoce como la primera Carta Magna Liberal de Europa y que el próximo 19 de marzo cumplirá 200 años, marcando el nacimiento de las libertades y derechos civiles de los españoles, permitiendo que actualmente éstos se reconozcan como pioneros al implantar de forma tangible valores, libertades y derechos cívicos que hoy son incuestionables y forman parte de su idiosincrasia como pueblo.
¿Cuántos de ustedes saben qué dice la Constitución de Cádiz?, ¿en qué radica su importancia? y ¿cuáles fueron sus principales aportes a la política mundial? Con base en estas tres preguntas será posible conocer a grandes rasgos lo que La pepa significa para la historia jurídica mundial.
La efervescente situación política española durante los primeros años del siglo XIX y el florecimiento de las ideas liberales en Europa dieron como resultado el nacimiento de las denominadas Cortés de Cádiz, definidas como la reunión de diversos personajes políticos, económicos y eclesiásticos que decidirían el futuro de una España en conflicto.
A partir de septiembre de 1810 iniciaron las sesiones de las cortes, formándose dos grupos antagónicos que pugnaban por intereses distintos: los liberales buscaban reformas revolucionarias y los absolutistas apelaban al mantenimiento de una monarquía absoluta, una sociedad estamental y una economía mercantilista.
La relevancia de la Constitución gaditana se encuentra en sus postulados, resaltando la libertad de expresión y de imprenta, la supresión de la Inquisición, el reconocimiento de la religión católica como única en el territorio español, la libertad económica, comercial, de trabajo y de fabricación, sin olvidar el establecimiento de la soberanía popular y la división de poderes.
Así, el 12 de marzo de 1812 nació en Cádiz, España, una ley que se convertiría en modelo para la redacción de otras constituciones europeas y que repercutiría en los nacientes fundamentos constitucionales de las entonces colonias españolas. Su peculiar mote nació a partir del día de su promulgación, la cual coincidió con la celebración de la festividad de San José en esa ciudad andaluza.
Las Comendadoras 'estrenan' nueva cúpula
- En marzo acaba la fase de rehabilitación estructural del viejo convento, en la que se han invertido más de tres millones de euros
Durante los últimos años, se han recuperado varias zonas de este complejo como la Sacristía de los Caballeros, la Capilla de la Fuente de los Caballeros, la del Tránsito, la del Locutorio, Capilla de las Flores, Patio de Moradillo, Capilla de los Habitos y la de las Niñas. Ahora las obras se centran en la iglesia, el zaguán y las torres del convento.
Además, la Comunidad continúa con el programa 'Abierto por Obras', para que los ciudadanos puedan conocer esta joya del patrimonio histórico madrileño mientras avanza su rehabilitación. 'Abierto por Obras', que ha colgado el cartel de 'no hay plazas', permite a los madrileños la visita a la iglesia, actualmente en restauración, y también a las citadas dependencias ya rehabilitadas, para apreciar mejor el resultado de dichas intervenciones y comprender cuál será el resultado final de la zona en la que se está trabajando.
El Convento de las Comendadoras de Santiago fue declarado Bien de Interés Cultural en la Categoría de Monumento en 1970, por lo que goza de la máxima protección jurídica prevista por la Ley de Patrimonio Histórico de la Comunidad. Lo más destacable del monasterio es la Iglesia, constituida por una planta de cruz griega, y en el centro, una cúpula sobre pechinas.
Desde hace tan sólo unos días, la iglesia de las Comendadoras luce una cúpula totalmente restaurada. Miles de piezas de zinc hechas a mano recubren una estructura de madera recién remodelada. Las obras de rehabilitación del convento situado en pleno centro de Madrid llevan ya 17 años. En esta fase, que comenzó en 2010, se ha salvado la estructura del edificio diseñado por los hermanos Del Olmo, ya que corría peligro de derrumbarse. Entre otras actuaciones, se han inyectado productos entre los muros para crear vigas que refuercen el entramado. ELMUNDO.es ha visitado las obras de este convento del siglo XVII con la arquitecta que dirige el proyecto, Emmanuela Gambini, y con la directora general de Patrimonio, Laura de Rivera.
Mágico Chagall
La exposición recorre todas las etapas de Marc Chagall. Desde sus inicios en Rusia, muy marcados por la tradición del país, hasta su última etapa en el sur de Francia en la que mostró gran interés por la cerámica, la escultura y el vidrio. También hay obras de su primera etapa en París, donde entró en contacto con las vanguardias, y de su exilio en Estados Unidos huyendo de la persecución nazi a los judíos. Su obras también fueron consideradas "arte degenerado" por el régimen de Hitler.
El director del Museo Thyssen, Guillermo Solana, ha declarado a la Cadena SER que si hay una virtud de Chagall que destaque es su capacidad para crear un mundo inconfundible lleno de imágenes oníricas, personajes angélicos flotando, monstruos amables o parejas de novios en una iconografía inconfundible. Chagall fue un precursor del surrealismo pero es un artista inclasificable que no puede identificarse con un movimiento concreto porque mezcla la tradición y la vanguardia con ese mundo propio imaginado en el que está presente su propia vida, su mujer Bella , su familia y los acontecimientos de su propio tiempo.
Según Guillermo Solana Chagall fue el gran colorista del siglo XX pero señala que el colorismo gozoso y expansivo de muchos de sus cuadros está asentado sobre un fondo trágico, sobre la mirada trágica de los judíos y ese holocausto que se traduce en obras con un carácter apocalíptico. Llaman la atención sus aproximaciones a la Biblia con deconcertantes vírgenes y crucifixiones que mezclan la iconografía cristiana y judía.
La exposición 'Chagall, el pintor errante` estará abierta al público hasta el 20 de mayo.
Si miras lentamente la obra de Marc Chagall hay algo de euforia, también de euforia judía. Una suerte de infancia que no ha sido del todo sellada y empuja, y eleva, y exige complicidad, como si en cada esquina nevada de Europa hubiese una punta de sueño esperando. El pintor bielorruso es uno de los artistas más libres de la órbita de las vanguardias históricas, un comando autónomo de cielos con el corazón verde, de niñas amarillas, de asnos que salen volando y violinistas que afinan la madera del cacharro con el bozo de la barba. Eso es Chagall, de ahí su magia, la festividad nocturna de su pintura.
Tiene algo de icono del arte del primer tercio del siglo XX. Pero en España no se había visto bien su obra, más allá de alguna colectiva y de la muestra que en 1999 le dedicó la Fundación Juan March de Madrid, relacionando su pintura con sus raíces judías. Así que el despliegue que propone el Museo Thyssen, en colaboración con la Fundación Caja Madrid, es la primera retrospectiva del artista en España. Y tiene algo de revelación.
Dividida en dos sedes, los espacios del museo y los de la Sala de las Alhajas (Plaza de San Martín, 1), la exposición, que reúne más de 150 piezas, descifra las distintas etapas en la cofección del pintor: desde los tanteos primeros hasta el último tramo de una vida casi centenaria(Chagall vivió hasta los 98 años). Y por dentro de ese casi siglo sucede de todo: dos guerras mundiales, una revolución bolchevique, Rusia y París, EEUU durante seis años de exilio, la amistad con los poetas, el éxito de artista, la búsqueda de la voz original, la expedición por esa forma de pintar que lo alejó de escuelas pero le dio luz propia... O lo que es igual: los daños, las derrotas, los hallazgos y estímulos de una biografía muy bien curtida.
"El territorio de Chagall es irrepetible. Sus criaturas son sólo suyas. Su mundo inaginado es absolutamente único", comenta Guillermo Solana, conservador jefe del Thyssen. El museo posee cuatro obras del pintor, afincado en Francia desde los años 20. ’La virgen de la aldea’ fue la primera de las cuatro obras que adquirió el barón Thyssen. Todas hoy en el museo madrileño. Era 1965. Thyssen-Bornemisza le preguntó entonces al pintor por qué dibujaba vacas tocando el violín por los cielos, a lo que Chagall respondió: "Es que crecí en el campo, siempre rodeado de vacas. Así que siempre que puedo pinto vacas". ¿Y qué sucede con el color, con esas disposiciones tan inflamables y vertiginosas de sus telas? "No sé hacerlo de otro modo. Es algo natural. Todos los colores son los amigos de sus vecinos y los amantes de sus opuestos", escribió después en sus memorias.
Es como si Chagall fuera asomándose en su trabajo a todos los misterios de la vida sin disimularlo. Y trazara una nueva astrología con madres blancas, pastores de una Biblia que no es la Biblia, racimos de niños perseguidos, pálidos rebaños de vacas azules, novios que vuelan, casas felices en su casi derribo amarillo. Siempre en una ’peligrosa’ cercanía con lo abstracto, pero sin tocar la tormenta de la bastracción, siempre con un eje delirante, como si estuviésemos en la vida conviviendo con la vida, sin más, tan cerca de ser felices.
Museo de Colecciones Reales en 2013

La cornisa de Madrid desde la Casa de Campo se ha transformado desde que en 2002 comenzase a gestarse definitivamente el Museo de Colecciones Reales, diseñado por Luis Mansilla y Emilio Tuñón. Su importancia es tal que, sin haberse terminado, ya es un Bien de Interés Estatal. Se trata de un enorme cubo de granito y cristal de 145 metros de largo por 40 de alto, de 10 niveles de altura (plantas y entreplantas), en forma de ’L. "Este edificio es una traslación de la idea de Juan Bautista Sachetti de prolongar el palacio hacia el sur", comenta Tuñón.
La intención de este museo es dar salida a los enormes fondos que Patrimonio Nacional almacena en sus distintos espacios. Principalmente, bajo el Palacio Real. La mayor parte son aquellos que no se utilizaron para dotar de fondos al Museo del Prado en su creación. Según Patrimonio, el museo no va a detraer los fondos expuestos en ninguna de sus propiedades, en las que se respeta todo el mobiliario original. El nuevo espacio expositivo da un dinamismo a los espacios reales abiertos al público, ya que el palacio se cierra en determinados momentos del año por actos oficiales.
Al comienzo de la obra, se introdujeron en el espacio que ahora ocupa la estructura pilotes de 45 metros de altura y se removió un cuarto de millón de metros cúbicos de tierra. En el hueco se creó un armazón metálico que soportase el empuje del talud que formaban el Palacio Real y la catedral de La Almudena. "Este edificio sujeta Madrid. Toda esta zona dirige el peso hacia el Manzanares. Pasa lo mismo con las aguas, hemos tenido que crear un sistema para canalizar y recoger las corrientes de agua e impermeabilizar el espacio de construcción. En realidad, el inmueble es una presa en la que hay un museo", comenta Mansilla.Una biblioteca con vistas a la catedral
El proyecto amplía la plaza que separa el palacio y la catedral hasta un mirador protegido con un pasamanos que tiene una de las mejores vistas de Madrid, en la que se ve la sierra, el Campo del Moro, la Casa de Campo y todo el sur y el oeste de la ciudad. A la izquierda se encuentran el acceso al museo y una zona entre el mismo y el lateral de la catedral de la Almudena pensado para instalar una enorme y privilegiada terraza exterior y con paso libre. La entrada al museo posee dos accesos. El más grande contará con un ’videowall’ que mostrará algunos de los tesoros del complejo. Conduce al vestíbulo, la guardarropía, las consignas y una amplia tienda. El otro corredor lleva a la zona de uso no museístico del inmueble, en un nivel superior, en el que se situará una biblioteca con vistas a la catedral, oficinas, salas de reuniones y un auditorio que dota al Palacio Real del espacio de reunión de esta naturaleza del que carecía.
Al pasar la tienda, se llega a un núcleo con cuatro ascensores. Dos de ellos estarán habilitados para soportar cargas de hasta 70 personas (ideales para colegios y tours organizados). Allí comienza un museo descendente. 470 metros de rampas con vistas a las Vistillas, San Francisco el Grande, el Seminario, el Campo del Moro. "Cada nivel del museo es casi un museo en sí mismo. Contiene cada uno la planta, el corredor y las salas de instalaciones", comenta Tuñón.
La planta -1 albergará una sala de tapices de 2.000 cuadrados. Tiene ocho metros de altura para poder instalar con un sistema de presas los enormes tapices de varios metros de largo que Patrimonio almacena. La Corona posee una de las mayores colecciones de tapices del mundo (alrededor de 3.200, incuidos algunos de paño de oro de época anterior a los Reyes Católicos). Los tapices se expondrán mediante exposiciones temporales, en la zona central de la sala para que los visitantes hagan un recorrido circular y puedan observarlos en toda su superficie. En el lado derecho de esta sala hay dos espacios que son las joyas históricas del museo. En la primera, los arqueólogos han hallado restos de una acequia de época carpetana, parte de los cimientos de la catedral, trozos de las distintas murallas de la ciudad, incluido el portillo de la misma, de gran valor histórico.Un visigodo llamado Valentín
En la segunda sala se han hallado hasta30 metros de lienzos de muralla islámica de época de Mohamed I, incluidas varias torres. Son los restos de mayor altura (8 metros) que se han encontrado. Sobre ella se pueden observar los estratos defensivos de la ciudad: la muralla cristiana, los muros del Alcázar y restos de estructura hasta el siglo XIX. También hallaron un acceso al Palacio y, en los restos de un patio árabe, el cadáver de un visigodo del siglo VIII que fue bautizado como Valentín, al ser encontrado el 14 de febrero. Patrimonio estudia como musealizar esta zona para entender la evolución de Madrid. "Este espacio es muy importante porque describe, no solo la historia de Madrid, sino de la monarquía española. No es casualidad que Felipe V se negase a que el Palacio Real se construyese en otro lugar", comenta Tuñón y confirman desde Patrimonio.
En la planta -2 el museo colocará la evolución de las bellas artes: platería, cristalería, porcelanas, lámparas, abanicos, relojes, ornamentos religiosos, instrumentos musicales y fotografías, salpicadas de pinturas de primeras figuras (Velázquez, Rafael, Juan de Flandes, Mengs...). Un espacio estará reservado a la armería y la colección de artilugios militares creados por algunos de los mejores artesanos de Europa. Destaca la mayor colección de violines stradivarius del mundo. Un piso más abajo estará la sala de carruajes reales, cuya colección, con la de Lisboa, es la más importante de Europa. Este espacio tendrá un acceso al exterior que comunicará con el Campo del Moro por una nueva rampa que respetará en la cobertura la fábrica de ladrillo y enredadera que ya posee el palacio, para no romper la continuidad del ámbito. En la sala de carruajes se ubicarán también los carruajes históricos que se usan para la entrega de acreditaciones diplomáticas. En el nivel -4 estarán los almacenes, visitables por investigadores, y las salas de restauración. Seis salas de varios metros de altura servirán de almacén de tapices (que no pueden estar mucho tiempo colgados porque se dañan) y de laboratorio de restauración. En los vanos generados entre cada una de estas salas, se instalarán almacenes de pequeño material. En una sala anexa, ubicada bajo la rampa exterior de la sala de carruajes, se colocará un almacén de carruajes que contará con un montacargas para manipularlos. Algo así como un parking robot de coches de época. La disposición de los almacenes facilita la labor para manipular y trasladar los objetos artísticos.
Un aparcamiento histórico
Para abastecer al museo, junto a los almacenes estará la entrada para la carga y descarga, con capacidad para introducir tráilers. Para abrir esta entrada hubo que eliminar un jardín creado en los años 60 del siglo XX, previo permiso de la Comunidad de Madrid y del Ayuntamiento. Se eliminaron 40 ejemplares entre arbustos y árboles jóvenes. A cambio, se cultivaron alrededor de 4.000 plantas en El Pardo y 80 en el Campo del Moro, según Patrimonio Nacional. Bajo el edificio se ha construido un aparcamiento con unas 100 plazas que acogerá los coches históricos, propiedad de la Casa Real.
La disposición de la fachada cumple varios objetivos que cambian en cada planta. Combina una doble hilera de pilares de granito extremeño y gallego (al igual que el palacio) de la altura del piso con una plancha triple de vidrio. El piso de entrada tiene los pilares alineados y los cristales son transparentes para dejar entrar la luz natural. Los pisos inferiores alternan la disposición de los pilares exteriores e interiores y poseen cristales tamizados para proteger las piezas de arte, permitiendo la entrada del calor pero filtrando la luz. El edificio aprovecha la inercia térmica y la menor exposición a la intemperie, debido a que solo tiene dos lados de la fachada expuestos.
En los próximos días comenzará la tercera fase de la obra, que tratará la envolvente del inmueble. Durará 20 meses y estará terminada, aproximadamente en octubre de 2013. Luego habrá que proceder a la instalación de los servicios interiores, la adecuación de los espacios y la musealización. Patrimonio espera que el Museo de Colecciones Reales estér terminado en 2016. También calcula que atraerá anualmente, de forma combinada con el Palacio Real, a 1,5 millones de visitantes, convirtiéndose, junto al Prado y al Thyssen, en uno de los tres espacios expositivos más importantes de España.
Himno de España
'La Gioconda' del Prado
El Museo del Prado presentará este martes el estudio técnico y los detalles de la restauración realizada sobre la copia de 'La Gioconda', realizada por el taller de Leonardo Da Vinci. Esta obra será expuesta hasta el 13 de marzo, fecha en la que se retirará para su preparación y traslado al Museo del Louvre. Allí será exhibida con motivo de su participación en la exposición 'La última obra de Leonardo da Vinci. La Santa Ana'.
Esta copia de la obra del maestro italiano llevaba colgada en las paredes del Museo del Prado desde hace catorce años, hasta que un estudio técnico con motivo de la exposición en el Louvre desveló que el repinte negro que cubría el cuadro ocultaba un paisaje. Este hallazgo hizo concluir a los investigadores del Prado que la copia fue pintada en el taller de Leonardo da Vinci y fue una de las primeras en salir de su bodega.
"Este descubrimiento nos invita amirar con otros ojos la original y es probablemente la primera copia de la Gioconda realizada en el taller de Leonardo Da Vinci", subraya Miguel Falomir, jefe del Departamento de Pintura Italiana del Renacimiento del Museo del Prado.
La obra y su autor
Los estudios y análisis técnicos comenzaron hace dos años cuando se lo pidió el Museo del Louvre de París con motivo de la exposición dedicada al cuadro 'La Virgen, el niño y Santa Ana' de Leonardo, pero fue gracias a las radiografías y fotografías con infrarrojos cuando aparecieron una serie de elementos, hasta entonces desconocidos, el principal de ellos, el paisaje.
"Es un paisaje extraordinariamente similar al original", apunta Falomir, quien subraya que tras el análisis de pigmentos se concluye que el repinte negro que cubría la Mona Lisa del Prado es, al menos, 200 años posterior al original.
El cuadro comparado con el original presenta algunas pequeñas diferencias pero lo más interesante, según Falomir, demuestra que el cuadro, "con absoluta certeza", está hecho en el entorno de Leonardo da Vinci o en el propio del taller del pintor. "Es consecuente con la técnica y las características de los cuadros que están producidos en el taller del artista, es una de las muchas replicas que hacían sus ayudantes", alega el experto del Museo del Prado.
Respecto a la autoría, Miguel Falomir precisa que las investigaciones están en un estado premilinar, pero avanza que tiene similitudes con la obra de uno de sus ayudantes, Francesco Melzi, y se descarta por completo la intervención de la mano de Leonardo da Vinci.
Procedente de la colección real
La obra llegó al Museo del Prado procedente de la antigua Colección Real. No se sabe exactamente la fecha de su llegada a España pero Falomir apunta que el cuadro estaba ya en nuestro país en las primeras décadas del siglo XVII.
Diferente factura, presencia de cejas y de paisaje son las tres diferencias
Según Miguel Falomir, hay tres elementos que siempre han diferenciado la copia del Prado del original que exhibe el Louvre: en primer lugar la diferente factura; en segundo lugar, las cejas, porque la Mona Lisa del Prado tiene cejas y la de Leonardo da Vinci, no, y en tercer lugar, la ausencia del paisaje.
"Durante mucho tiempo se pensó que era una obra hecha en Italia teniendo en cuenta que el original Leonardo lo llevó consigo a Francia donde murió", argumenta el responsable de Pintura del Renacimiento del Museo del Prado y recuerda que la copia ha estado colgada en el Museojunto a otros grandes del Renacimiento.
Para Gabriele Finaldi, subdirector del Museo, lo interesante es la comparación que se pueda hacer entre ambos cuadros. "Es importante que el cuadro está estupendamente conservado y no es fácil saber por qué en el siglo XVII, dos siglos después de la ejecución del original, se cubre el fondo, quizá por los gustos estéticos del momento", apunta Finaldi.
Finaldi también ha explicado que el descubrimiento permite desechar la visión "romántica" de que el "genio Leonardo que trabajaba sólo" y conocer que, como otros pintores de la época, contaba con un taller y con discípulos a su cargo.
La versión "más importante"
El Museo del Prado ha afirmado este martes que la copia de 'La Gioconda' de Leonardo Da Vinci que expone en sus paredes desde desde hace catorce años es la versión "más importante" de las que se conocían hasta ahora porque su autor, uno de los discípulos del maestro italiano, fue siguiendo los mismos trazos que los del original y de manera simultánea.
La copia se elaboró siguiendo las 'correcciones' y trazos de Da Vinci
En declaraciones a Europa Press Televisión, la investigadora del Museo del Prado que descubrió que tras una capa de pintura negra se ocultaba esta copia de 'La Gioconda', Ana González Mazo, ha reconocido que fue una "sorpresa descubrir que no es una copia tradicional", si no que se elaboró siguiendo las "correcciones" y repitiendo los mismos trazos que Da Vinci.
"Tanto el dibujo como las correcciones que iba haciendo Leonardo las iba repitiendo el autor de la copia del Prado. Eso sólo lo puede hacer alguien que está trabajando al lado del maestro", ha subrayado.
Volverá de París en Junio
La investigadora González Mazo ha asegurado que, en "términos científicos", este hallazgo permite conocer "cómo trabajaba el taller de Leonardo" del que hasta ahora, según ha apuntado, no se conocían detalles con tal "profundidad". "Estamos ante la versión de La Gioconda más importante de las que se conocían hasta el momento", ha sostenido.
En este sentido, ha afirmado que "lo interesante" de que esta obra vaya a formar parte de la exposición 'La última obra de Leonardo da Vinci. La Santa Ana' es que se exhibirá cerca de otras réplicas elaboradas en el mismo taller, lo que permitirá conocer un poco más cómo era el ambiente en el que creaba sus pinturas Da Vinci.
El convento de las Descalzas Reales
Es el momento. Visitar lo más bello de un Madrid sin sofocos masivos, viejo anhelo que todo lugareño anhela satisfacer cada año, es ahora posible. La temporada turística baja brinda una ocasión excelente. Uno de los principales tesoros artísticos madrileños se esconde en una plaza del corazón de la ciudad. Se halla situada apenas a un latido de la Puerta del Sol y de la Gran Vía. Lleva el nombre de las monjas franciscanas clarisas rigurosamente enclaustradas allí desde el siglo XVI. Son las Descalzas Reales. Su morada es un convento-monasterio de acceso, limitado, al público desde hace 50 años, encapsulado en el silencio, con fachada mampostera y una espadaña en piedra berroqueña que eleva el frágil tañido de sus campanas al cielo, en medio del trepidante fragor urbano.
Hoy viven y oran tras sus muros 19 monjas, todas españolas, de las 33 que admite alojar en su interior el añoso convento. Las edades de las religiosas oscilan entre los 40 y los 91 años. Cultivan un huerto de cuyas hortalizas se alimentan; rezan incesantemente y mantienen con una extremada limpieza las enormes estancias monacales que, en su día, abarcaban hasta la calle del Arenal, a unos 150 metros de distancia. Hay entre siete y ocho visitas diarias matinales y cinco vespertinas en temporada alta, todas ellas guiadas, para veinte personas. En temporada baja, como ahora, los grupos son mucho más reducidos. Visitar el convento cuesta siete euros. Se abre al público a las 10.30. Administra el monasterio Patrimonio Nacional.
El convento fue palacio de un contador real, Alonso Gutiérrez. Pero fue adquirido en 1557 por Juana de Austria, hermana de Felipe II, reina de Portugal y forzada regente de España cuando su hermano casó en Londres con María Tudor. Hija del emperador Carlos V, Juana, que había nacido en este recinto, encomendó al primer arquitecto del monasterio de San Lorenzo de El Escorial, Juan Bautista de Toledo, y a Antonio Sillero la conversión del palacio en cenobio monacal. Lo hicieron en estilo renacentista toledano pero su ornamentación es de un siglo posterior, señaladamente barroca. Lo encargó la regente para retirarse allí junto a otras damas que decidieron entregar su vida a la oración. Para ello se trajo a una comunidad de religiosas desde Gandía. Al ser una Fundación Real, sus novicias, de hijas de la realeza y de la aristocracia, las dotes en obras de arte que aportaron a lo largo de tres siglos hasta el XIX crearon un legado de valor incalculable que se conserva casi intacto.
Un céntrico remanso
El monasterio fue fundado a mediados del siglo XVI por una hermana de Felipe II reina de Portugal y regente de España.
En el convento viven hoy 19 monjas, que cultivan un huerto del que se alimentan.
La colección de tapices, con cartones de Pedro Pablo Rubens, es una de las más ricas de Europa.
La entrada al cenobio cuestasiete euros y las visitas son guiadas.
Aunque hoy cabe visitar menos de una cuarta parte del monasterio, su contenido ornamental es tan deslumbrante que parece imposible que tanta riqueza pictórica, escultural y textil se acumule en un lugar así, donde el recogimiento, el frío de sus galerías y el silencio de una clausura impenetrable se enseñorean de tan recoleto lugar, a doscientos metros en línea recta de la Gran Vía. En su iglesia, de acceso público, se encuentra enterrado Alfonso Borbón y Dampierre, primo hermano del rey Juan Carlos, que murió decapitado por un alambre en una pista de esquí estadounidense. A su lado yace un hijo suyo muerto en otro accidente.
Naranjos en el claustro
Recibe al visitante del monasterio un claustro con una veintena de naranjos, con sus frutos de color encendido al aire de la mañana. Un proyectil de gran calibre, disparado por obuses franquistas desde la Casa de Campo, reventó en 1937 el ala sureste del claustro. Fue remozado en 1948. Contraventanas de madera oscura, estampada con casetones, trasladan al espectador hasta el siglo XVI. Ante el visitante surge una escalera de dos tramos con una jaspeada baranda marmórea, de tonos color avellana, presidida por un félido; sus peldaños son de un tempo majestuoso.
Ascenderlos con el ritmo que marca su metro y elevar la mirada hacia la bóveda procura un deleite difícil de gozar en otro lugar de Madrid: el techo se abre ante la vista del recién llegado con un rompimiento en gloria poblado de angelotes surgidos en 1684 del pincel de Claudio Coello, pintor de Corte de Carlos II, hijo de Felipe IV.
En los muros contiguos, aquel libertino monarca, con su mostacho rematado por afiladas guías, surge retratado por Antonio de Pereda junto a sus hijos Felipe Próspero, dos hermanitas y a su esposa, Margarita de Austria. Su efigie permite evocar los retratos del mismo rey debidos al impar Diego Velázquez. Una cohorte de nueve arcángeles, secuencia la galería que recorre los muros de la escalera, profusamente decorados con pinturas al fresco, temple a la cola y al huevo, además de óleo.
Restauración esmerada
La soberbia escala fue restaurada con evidente fortuna durante un año, tras un convenio suscrito entre Patrimonio Nacional y el BBVA, a partir de octubre de 2009 e inaugurada el pasado invierno. La limpieza aplicada ha sido también muy esmerada. Todo el oropel barroco de Madrid, a la sazón, siglo XVII, capital imperial del mundo, rezuma por la ornamentación pictórica que lame las paredes de esta insólita escalera, que conecta el claustro bajo con el alto y se ve ornada con abundantes trampantojos que engañan la mirada al convertir en verdaderas, falsas puertas, columnas y cancelas.
En la primera planta, cuya traza rectangular se despliega en torno al callado claustro de los naranjos, numerosas capillas exhiben estatuas cinceladas por Pedro de Mena, el también pintor Alonso Cano y Luisa Roldán, La Roldana, única escultora de la Corte del hijo enfermo de Felipe IV, Carlos II. Pese a la finura de sus labores, Luisa murió en la pobreza. El monasterio atesora una colección de más de 200 tallas del Niño Jesús, que formaban parte de los ajuares que las novicias aportaban al profesar. Capillas ricamente decoradas con marfiles, alabastros y maderas nobles, que dan forma a imágenes de vírgenes vestideras –las triangulares alcuzas- y numerosas otras advocaciones de santos y beatas, conforman un escenario donde la mixtura entre piedad monacal y un lujo extremado por el barroco de su imperante estilo genera un raro y mórbido impacto estético.
El genio de Rubens
El esplendor se presenta con todas sus credenciales en el antiguo dormitorio de las monjas, hoy desprovisto de celdas y transformado en una estancia de anchas dimensiones. Permanece en una penumbra débilmente iluminada, obligada por la naturaleza de las joyas que encierra sobre su suelo hoy magníficamente bruñido con un barniz propio, ideado y aplicado por la comunidad religiosa. El tesoro consiste en once enormes tapices flamencos, encargados por Isabel Clara Eugenia, gobernadora de los Países Bajos y tejidos entre 1621 y
1630 por artesanos bruselenses como Van Raes, Verwoert y Geubels; los cartones, que fueron dibujados en su totalidad por Pedro Pablo Rubens, diplomático y pintor cortesano de Felipe IV, componen una excelsa alegoría eucarística. En pleno siglo XVII, el Papado autorizó que cada Viernes Santo de cada año, a las siete de la tarde, se celebrara una singular procesión, exaltadora del sacramento de la Comunión, por el interior recoleto de este convento madrileño. En clausura, rigurosamente vedada al público, cuelgan otros nueve magnos tapices del mismo autor tejidos por iguales maestros, así como numerosos lienzos de trasunto sacro. Artesonados, entablamentos, columnas y molduras en clave renacentistas tachonan un recinto conventual surcado de pasillos con frescos arrimaderos de cerámica de Talavera y Granada.
Su disposición, enfilada, permite hacerse una idea de cómo fueron las galerías del antiguo Alcázar de los Austrias, que ardió la noche de Navidad de 1734 en un incendio que duró una semana. Hay salas donde la historia emerge con todos sus enigmas: así, un retrato del misterioso hijo de Juana, la fundadora del convento, don Sebastián de Portugal, muerto a los 24 años de edad y desaparecido en combate en la batalla Alcazarquivir, en Marruecos, librada en agosto de 1578 y llamada también de los tres reyes que allí perecieron: el infortunado monarca portugués, así como el marroquí Mahmud II y el sultán Abdul. El deceso de Sebastián procuraría a su tío, Felipe II de España, la Corona portuguesa y la unificación ibérica. En un antecoro, se alza un sarcófago y a sus pies la lápida bajo la que reposan los despojos mortales de dos regentes del convento. Fueron obra de Juan Bautista Crescenci, que ideó también los sepulcros del Panteón de Reyes del monasterio de San Lorenzo de El Escorial.
Antifaces morbosos
En otra de las salas surge como un secreto indescifrable el cuadro El paseo de la emperatriz María; se trata de un lienzo de motivo diurno donde hasta siete mujeres y dos niñas de un largo cortejo con hombres, cubren por completo sus rostros con mórbidos antifaces. Es un paisaje bruselense, con personajes numerados, explica la conservadora Ana García Saiz, de Patrimonio Nacional. No parecen atuendos de carnaval; más bien se asemejan a los “papahígos” empleados entonces para guarecer la blancura de los semblantes femeninos, moda tan estimada en el Siglo de Oro español. Otras interpretaciones externas al convento –la explicación de la numeración personalizada desapareció- señalan que podía tratarse de hijas bastardas de la realeza o la nobleza, cuyos rostros no debían a la sazón mostrarse públicamente.
El ajuar pictórico y escultórico que alberga el convento es excelso: en un pasillo claustral, una Madonna de Bernardo Luini recuerda al excelso Leonardo Da Vinci, de quien fuera discípulo. Un San Francisco atribuido a Zurbarán y dos cuadros del taller del Greco se suman al legado pictórico monacal, donde abundan telas de maestros italianos y flamencos de trasunto sacro. Una talla de una Dolorosa de Pedro de Mena, con los ojos arrasados en lágrimas, adquiere extraordinario patetismo, dulcificado por la suavidad de un semblante delicadamente cincelado, cuyo óvalo envuelve una toca de volátil verde turquesa. En otra sala, el retrato ecuestre al óleo del rubio cardenal-infante don Fernando de Austria, apuesto hermano de Felipe IV, que encaramado en un bruto piafante restalla victorioso en la batalla de Nordlingen, muestra la inconfundible impronta del mejor Rubens.
Culmen de este prodigioso museo barroco es la sala donde se exhibe un pequeño lienzo de Luis Morales, El Divino, que representa una virgen de exquisita dulzura. Al fondo de la misma sala, sobre un paño encarnado tachonado por una águila bicéfala dorada que lo realza, El tributo del César, de Tiziano cuelga ubérrimo del muro invitando, desde el cromatismo violeta de un manto de Cristo, a extraviarse por la belleza de su almidonada textura y a perderse en los insondables recovecos de un tiempo ido, cuyo latido aún destella en el corazón de Madrid.