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Se muestran los artículos pertenecientes a Marzo de 2012.

Museo Arqueológico Nacional

Aunque Prado, Reina Sofía y Thyssen se lleven la fama, los visitantes y la mayoría de los presupuestos museísticos de Cultura, hay en Madrid otros museos que, pese a la altísima calidad de sus colecciones, han estado siempre a su sombra. Es lo que le ha ocurrido al Arqueológico Nacional, anclado durante décadas en «cualquier tiempo pasado fue mejor». Ya era hora de retirar de este museo ese tufo a naftalina que ha impedido valorar los grandes tesoros que alberga. El museo adolecía de instalaciones obsoletas, problemas de accesibilidad, falta de adaptación a las normativas actuales... Tenía que mejorar su comunicación interna, actualizar su discurso museológico y poner en valor su colección permanente.

El museo, obra del arquitecto Francisco Jareño y Alarcón, se abre al público en su actual sede en 1895. Se halla en el antiguo Palacio de Bibliotecas y Museos de la calle Serrano: la Biblioteca Nacional ocupa dos tercios del mismo, y un tercio, el Arqueológico Nacional. Este ha sufridoalgunas reformas a lo largo de su historia. La última, en 1968, cuando estaba al frente del museo Martín Almagro.

Pero este museo, como sus propias colecciones, seguía anclado en el pasado. Se convoca un concurso de ideas en 2006: se adjudica a la UTE Frade Arquitectos S.L. y Prointec S.A. Juan Pablo Rodríguez Frade sabe muy bien lo que es remodelar museos: el Palacio de Carlos V en la Alhambra, proyecto por el que ganó el premio Nacional de Restauración; el Museo Sefardí de Toledo, el Museo Municipal de Arte Contemporáneo y el Museo de Historia, ambos en Madrid; el Museo de Medina Azahara en Córdoba... En primavera de 2010 se convoca el concurso para la museografía del museo, que gana de nuevo Frade Arquitectos, en colaboración con la UTE Acciona-Empty. El presupuesto de las obras ha sido de 33.094.008 euros. A ello ha habido que sumar 18.666.200 euros más de equipamiento y museografía. En total: 51.760.208 euros. Un presupuesto que parece «razonable» —aunque sea políticamente incorrecto decirlo en estos tiempos de crisis—, si tenemos en cuenta la complejidad de las obras llevadas a cabo o lo que nos costaron otros museos.

Durante más de tres años, la mayoría de los trabajos se han llevado a cabo con parte del museo abierto. Se expusieron en una sala sus tesoros y ha habido visitas guiadas para que el público pudiera conocer la obra arquitectónica y una exposición con fotografías de José Manuel Ballester, que ha inmortalizado el proceso de reconstrucción. La obra arquitectónica está acabada y a punto de entregarse. Falta por saber si el nuevo museo se abrirá escalonadamente por zonas —como pretendía el anterior Ministerio de Cultura— o si Wert prefiere esperar a finales de año para inaugurarlo cuando esté completamente terminado.

Recorremos el edificio, aún con las tripas al aire, junto a su artífice, Juan Pablo Rodríguez Frade. Llama la atención que es una arquitectura anónima, sencilla, limpia, sin alardes, silenciosa. De 7.000 metros cuadrados se pasa a 9.000. Apenas habrá más obras expuestas (seguirán en torno a 12.000; más de un millón se mantienen en los almacenes), pero sí cambiará radicalmente el entorno en el que se exhiben y los servicios al visitante, que hasta ahora eran casi inexistentes. El primer gran cambio se verá ya desde la entrada. No se entrará al museo por la parte noble, como hasta ahora —reservada para personal y actos protocolarios—. Se han creado tres puertas de bronce ranurado en el ala sur.

Espectacular cubierta

Uno de los aspectos más llamativos de la intervención arquitectónica es la construcción de una espectacular cubierta de acero y vidrio en los dos patios (ala norte y sur). Ambos estaban cubiertos originalmente, pero en los años 40 y 50 Luis Moya desmontó las cubiertas originales. Frade ha querido recuperar este espacio como referente museográfico. Ambos tienen acceso por la planta 1. En el patio del ala norte se instalarán grandes piezas del mundo ibérico, entre ellas el Sepulcro de Pozo Moro; en el Sur, esculturas romanas. En ambos se han creado sendas escaleras voladas de gran belleza.

No se ha escatimado en la calidad de los materiales: travertino sin rellenar en el suelo y los muros; madera de Merbau (del sudeste asiático), muy resistente, que además insonoriza bastante. En los techos, la madera es ranurada. El suelo es radiante.

Visitamos la planta sótano, donde están los almacenes de obras de gran formato y peso, una sala de exposiciones temporales y dos salones de actos: uno para 200 personas (para conciertos, presentaciones), con un foyer anexo, y otro para 70. Esta zona puede funcionar a museo cerrado para eventos.

La planta baja (anteriormente era la -1, donde se exhibían las obras de Egipto) es ahora un gran espacio de acogida al visitante (vestíbulo, mostrador de información con paneles digitales...) Contará con una tienda, taquillas (las hay colectivas para colegios), guardarropa, una sala de usos múltiples para actividades didácticas o pequeñas exposiciones, una cafetería —el museo no tenía— con terraza exterior a Serrano y un jardín del que se ocupa el mismo equipo que hizo el parterre del Prado. En esta planta se ha instalado una zona, denominada «Arqueología y patrimonio», que servirá de introducción a la visita al museo. Habrá grandes paneles digitales en forma de mosaico. Será una zona interactiva, donde poder descubrir los trabajos de los arqueólogos españoles en el extranjero. Muchas piezas se agolparán en una especie de peceras que simularán los yacimientos. Aquí estará la parte dedicada a la Prehistoria.

La primera planta alberga el corazón del museo: el mundo ibérico. «España, lugar de encuentros» acoge Protohistoria, Hispania (incluyendo Roma) y parte del arte medieval (hasta Al-Andalus). En una de las salas hay repartidos por el suelo espectaculares mosaicos. Un grupo de técnicos se afanan por instalar uno de ellos en la pared. El proceso es complejo. Nos dice Frade que los habrá tanto en el suelo como en las paredes. La entreplanta entre los pisos 1 y 2 estará dedicada a la exposición de numismática. El museo atesora una colección de más de 300.000 piezas. Llegamos a la segunda planta: «De gabinete a museo». Se completa el arte medieval, a partir de los Reinos Cristianos. Se mantienen las salas nobles del museo. En el ala de la calle Villanueva se ha instalado el departamento de numismática con la impresionante cámara acorazada: un espacio muy singular que descansa sobre la sala Cervantes de la Biblioteca Nacional. Está suspendida y es un gran reto arquitectónico. Además, esta planta alberga Próximo Oriente, Egipto, Nubia —hay una sala impresionante dedicada al Nilo—, Grecia y la Edad Moderna.

Plantas no expositivas

Las dos plantas restantes no son expositivas. La tercera acoge almacenes «visitables» de obras de menor formato y despachos de conservadores. La cuarta: Gerencia y Dirección, una biblioteca con luz cenital, sala de lectura, el archivo histórico... Un espacio en doble altura en las plantas 3 y 4 ocupa el área de restauración que, durante los trabajos del edificio, se ha instalado provisionalmente por todos los rincones. Un equipo trabaja con unas preciosas vigas mudéjares en uno de los patios, mientras otro se ocupa en una de las salas de devolver todo su esplendor a unos paños bordados del siglo XVII. Se crean «in situ» peanas y vitrinas con moldes de cada una de las piezas para que encajen a la perfección. Esperando su turno para lucir de nuevo espléndidas, las esculturas permanecen ocultas, envueltas con plásticos. Parecen fantasmas.

Queda ya muy poco para que la Dama de Elche, la Dama de Baza, la Esfinge de Agost, la Leona de Baena, el Toro de Osuna, la Gran Dama Oferente, la Dama de Ibiza, la Estatua sedente de Livia, y tantos tesoros que alberga este museo, luzcan como nunca en su nueva y espectacular casa. Un Museo Arqueológico para el siglo XXI.

La reina Isabel, 60 años en el trono

Es una historia única. Para muchos, la figura de la reina Isabel II de Inglaterra no debería existir en pleno siglo XXI; pero hay que darle mérito a una mujer que ha hecho historia no solo con su misión de gobernar un reino, sino de cumplir 60 años en el trono como soberana de Inglaterra.

Fue entronizada como reina en medio de dolor. Hacía un viaje hace 60 años en una olvidada comunidad de Kenia, cuando apenas tenía 25 años. Un mensaje muy triste hizo suspender su expedición y cambiar el destino de su vida: su padre, el rey, había muerto, y ella era desde ese momento su sucesora.

De inmediato voló a Londres y en el aeropuerto la esperaba el gran Winston Churchill, primer ministro de Inglaterra en ese entonces. De inmediato asumió la corona, porque como dice el lema “muerto el rey, viva el rey”.

Fue un 6 de enero de 1952 cuando comenzó a tejer una vida llena de desafíos, satisfacciones, momentos históricos y por si fuera poco, a buscar la felicidad con una familia que aparentemente sería perfecta.

Comenzó a retratar su vida en fotografías que hoy cuentan los momentos más trascendentales de Elizabeth Alexandra Mary, la reina más antigua de Europa en la actualidad.

Estampas por siempre

Era abril de 1952. La reina está de luto por la muerte de su padre, Jorge VI, fallecido. Kenneth L. Clayton, fotógrafo de la BBC, es llamado al palacio de Buckingham.

La pintora Margaret Lindsay William necesita fotos de Isabel II para realizar el primer retrato oficial. Los Windsor quieren la máxima discreción y la garantía de que las imágenes no van a hacerse públicas, ya que la monarca está oficialmente de luto. El fotógrafo promete que, mientras él viva, la sesión no la va a ver el vulgo.

Sus herederos han esperado 12 años después de su muerte para hacer públicas las fotos de aquella sesión privada. Dicen que es un homenaje a Isabel II con motivo de su 60 aniversario.

En los pocos meses que llevaba en el trono, Isabel II no había posado para ningún fotógrafo profesional. En el retrato hecho público ahora, la reina de los británicos aparece sentada, con un vestido de gala y un colgante de perlas. No puede portar aún los atributos de la regalía, ya que tiene que pasar un año hasta su coronación. Sin embargo, Margaret Lindsay William retrata a la reina ya tocada con la corona.

“Mi abuelo estaba muy orgulloso del trabajo que hizo y nos hablaba de su encuentro con la reina siempre que tenía ocasión”, cuenta su nieto Daniel Clayton al Daily Mail.

Iniciativa

Los Windsor aprovecharon la presencia de un fotógrafo en palacio para alimentar su álbum familiar. Los príncipes Carlos y Ana, de tres años y veinte meses cada uno, aparecen abrazándose; el duque de Edimburgo posa con talante serio, vestido con el uniforme de la Armada.

De todas las imágenes hechas públicas por la familia del fotógrafo llama especialmente la atención una, en la que Clayton ha colocado la cámara de placas frente a un espejo, flanqueado a un lado por el príncipe Carlos y al otro por la princesa Ana, a la que tiene cogida de la mano.

El severo protocolo británico establecía que no se podía tocar en público a ningún miembro de la familia real. “Fue un poco descarado por su parte, pero creía que su familia no le iba a creer, y con esa imagen tenía la prueba para demostrar que los retrató”, cuenta el nieto a The Telegraph.

Unos meses más tarde, un empleado del Palacio de Buckingham escribió una carta en nombre de Isabel II al fotógrafo, para agradecer el envío de un álbum. “La reina está muy emocionada con el hecho de que las haya reunido en un álbum y se lo haya enviado”, se puede leer en la carta. “Tengo el encargo de enviarle una expresión de gratitud de la reina por su amable detalle y por el registro fotográfico de sus hijos que su majestad está muy feliz de poseer”, concluye.

En sus 60 años de reinado, Isabel de Inglaterra ha sido retratada por fotógrafos como Cecile Beaton, que actuó como una suerte de fotógrafo de cámara, Annie Leibovitz, Polly Borland o Chris Levine, que se atrevió a sacarla con los ojos cerrados, sin manifestar nunca su desacuerdo por el resultado.

Destino cruzado

Aunque Isabel II es la monarca británica de mayor edad en la historia, aún no supera a su tatarabuela Victoria con el reinado más largo.

Isabel II no estaba en la línea al trono cuando nació el 21 de abril de 1926. Pero el destino de Lilibet, como era conocida entre sus amigos, cambió cuando su tío Eduardo abdicó al trono para casarse con Wallis Simpson, una divorciada estadounidense.

Eso convirtió en rey a su padre, Jorge, lo que convirtió a Isabel en reina cuando él murió a los 56 años de edad después de una operación de pulmón.

La reina parece haber heredado la longevidad de su madre: la reina Isabel, la Reina Madre, como era conocida desde que Jorge VI murió, vivió hasta los 102 años.

Muestra

La National Portrait Gallery de Londres, en colaboración con las Galerías Nacionales de Escocia, el Museo del Ulster en Irlanda del Norte y el Museo Nacional de Gales organiza la exposición itinerante La Reina: Arte e Imagen para conmemorar las Bodas de Diamante de la Reina Isabel II.

La muestra recorre los 60 años de reinado de la monarca británica más longeva de la historia e incluye fotografías inéditas.

Desde Beaton y Leibovitz hasta Annigoni y Warhol, la exposición incluye fotografías publicadas en medios de comunicación, imágenes oficiales y retratos de conocidos artistas contemporáneos que reflejan la relación de la reina con la prensa en acontecimientos como la huelga de mineros, la muerte de Diana de Gales o la llegada de las nuevas tecnologías.

Perfil

1926

Nació un 21 de abril en Londres. Sus padres fueron Jorge VI del Reino Unido y  Elizabeth Bowes-Lyon.
1947

Se casó con el príncipe Felipe, duque de Edimburgo. Tiene cuatro hijos: Carlos, Ana, Andrés y Eduardo. 
1952

El 6 de febrero asumió como monarca constitucional de 16 reinos de la Mancomunidad de Naciones. 
1953

El 2 de junio fue coronada en fastuosa ceremonia, que coincide con las celebraciones de su jubileo. 
1977

Celebró su jubileo de plata como reina, se llevaron a cabo fiestas y eventos a lo largo de todo el estado.
2002

Isabel celebró su jubileo de oro como reina. Su hermana y su madre murieron en febrero y marzo de ese año.

13/03/2012 21:28 Miguel Angel Rodriguez Urosa Enlace permanente. sin tema No hay comentarios. Comentar.

Constitución española de 1812

La promulgación de la Constitución de 1812, obra de Salvador Viniegra(Museo de las Cortes de Cádiz).
Edición contemporánea de la Constitución de 1812.

La Constitución española de 18121 , conocida popularmente como La Pepa, fue promulgada por las Cortes Generales de España, reunidas extraordinariamente en Cádiz, el 19 de marzo de1812. Se le ha otorgado una gran importancia histórica por tratarse de la primera constitución promulgada en España2 , además de ser una de las más liberales de su tiempo. Respecto al origen de su sobrenombre, la Pepa, no está muy claro aún, pero parece que fue un recurso indirecto tras su derogación para referirse a ella, debido a que fue promulgada el día de San José.

Oficialmente estuvo en vigor sólo dos años, desde su promulgación hasta su derogación en Valencia, el 4 de mayo de 1814, tras el regreso a España de Fernando VII3 . Posteriormente se volvió a aplicar durante el Trienio Liberal (1820-1823), así como durante un breve período en 1836-1837, bajo el gobierno progresista que preparaba la Constitución de 1837. Sin embargo, apenas si entró en vigor de facto, puesto que en su período de gestación buena parte de España se encontraba en manos del gobierno pro-francés de José I de España, otra en mano de juntas interinas más preocupadas en organizar su oposición a José I y el resto de los territorios de la corona española (los virreinatos) se hallaban en un estado de confusión y vacío de poder causado por la invasión napoleónica.

La constitución establecía la soberanía en la Nación (ya no en el rey), la monarquía constitucional, la separación de poderes,4 5 la limitación de los del rey, el sufragio universal masculinoindirecto, la libertad de imprenta, la libertad de industria, el derecho de propiedad o la fundamental abolición de los señoríos, entre otras cuestiones, por lo que "no incorporó una tabla de derechos y libertades, pero sí recogió algunos derechos dispersos en su articulado".

Por contra, el texto consagraba a España como Estado confesional católico, prohibiendo expresamente en su art. 12 cualquier otra religión6 , y el rey lo seguía siendo "por la gracia de Dios y la Constitución".7 Del mismo modo, este texto constitucional no contempló el reconocimiento de ningún derecho para las mujeres, ni siquiera el de ciudadanía8 (la palabra "mujer" misma aparece escrita una sola vez, en una cita accesoria dentro del art. 22), aunque con ello estaban en plena sintonía con la mayoría de la sociedad española y la Europa del momento.


La Constitución de 1812 se publicó hasta tres veces en España —1812, 1820 y 1836—, se convirtió en el hito democrático en la primera mitad el siglo XIX, transcendió a varias constituciones europeas e impactó en los orígenes constitucionales y parlamentarios de la mayor parte de los estados americanos durante y tras su independencia.

Sin embargo, la mayor parte de las investigaciones dedicadas a su estudio omiten o minusvaloran la influencia que la revolución liberal y burguesa española tuvo al transformar el imperio colonial español en provincias de un nuevo Estado, y convertir en nuevos ciudadanos a los antiguos súbditos del absolutismo, y que incluía en su definición de ciudadanos españoles no solo a los europeos, o sus descendientes americanos, sino también a las castas y a los indígenas de los territorios de América, lo que se tradujo, en tercer lugar, en su trascendencia para las nacientes legislaciones americanas.9

Las Cortes abrieron sus puertas el 24 de septiembre de 1810 en el teatro de la Isla de León para, posteriormente, trasladarse al oratorio de San Felipe Neri, en la ciudad de Cádiz. Allí se reunían los diputados electos por el decreto de febrero de 1810, que había convocado elecciones tanto en la Península como en los territorios americanos y asiáticos. A estos se les unieron los suplentes elegidos en el mismo Cádiz para cubrir la representación de aquellas provincias de la monarquía ocupadas por las tropas franceses o por los movimientos insurgentes americanos. Las Cortes, por tanto, estuvieron compuestas por algo más de trescientos diputados, de los cuales cerca de sesenta fueron americanos.

Un mismo estado para ambos hemisferios en el XIX

En los primeros días hubo propuestas americanas encaminadas a abolir el entramado colonial y poner las bases de un mercado nacional con dimensiones hispánicas que abarcaran también a los territorios de América, con reducción de aranceles a los productos americanos, apertura de más puertos coloniales para el comercio, etc. Un proyecto, anterior en un siglo a laCommonwealth de Gran Bretaña. Los decretos gaditanos tuvieron una amplia repercusión y trascendencia durante las décadas posteriores, tanto en la península como en América.

La Constitución fue jurada en América, y su legado es notorio en la mayor parte de las repúblicas que se independizaron entre 1820 y 1830. Y no sólo porque les sirvió como modelo constitucional sino, también, porque esta Constitución estaba pensada, ideada y redactada por representantes americanos como un proyecto global hispánico y revolucionario. Parlamentarios como el novohispano Miguel Ramos Arizpe, el chileno Fernández de Leiva, el peruano Vicente Morales Duárez, el ecuatoriano José Mejía Lequerica, entre otros, en los años posteriores se convirtieron en influyentes forjadores de las constituciones nacionales de sus respectivas repúblicas.

Sin duda, a ello contribuyó la fluida comunicación entre América y la península, y viceversa: Cartas privadas, decretos, diarios, periódicos, el propio Diario de Sesiones de Cortes, panfletos, hojas volantes, correspondencia mercantil, literatura, obras de teatro, canciones patrióticas, etc., que a bordo de navíos españoles, ingleses o neutrales informaban sobre los acontecimientos ocurridos en uno y otro continente. Hubo ideas, pero también hubo acción, dado que se convocaron procesos electorales municipales, provinciales y a Cortes, y se verificaron las elecciones, lo cual provocó una intensa politización en ambos espacios.

Asimismo, el envío de numerario por parte de consulados de comercio, dueños de minas, hacendados, recaudaciones patrióticas, etc., al Gobierno peninsular fue constante, e imprescindible para pagar la intervención de los ingleses, así como el armamento de las partidas guerrilleras tras la derrota del ejército español en la batalla de Ocaña, el 19 de noviembre de 1809.

Es importante insistir en que estas medidas contaban con el respaldo de las mayor parte de la burguesía criolla americana, partidaria de los cambios autonomistas y no necesariamente de una independencia que implicase la ruptura completa con la Monarquía.

Código hispano

El producto de este intento de revolución fue una constitución con caracteres nítidamente hispanos. Los debates constitucionales comenzaron el 25 de agosto de 1811 y terminaron a finales de enero de 1812. La discusión se desarrolló en pleno asedio de Cádiz por las tropas francesas, una ciudad bombardeada, superpoblada con refugiados de toda España y con una epidemia de fiebre amarilla. El heroísmo de sus habitantes queda para la historia.

La redacción del artículo 1 constituye un claro ejemplo de la importancia que para el progreso español tuvo América. Fue el primero, y por ello, el más importante. Este es su famoso texto:

La nación española es la reunión de los españoles de ambos hemisferios

La construcción queda definida desde parámetros hispanos. La revolución iniciada en 1808 adquiría, en 1812, otros caracteres especiales que los puramente peninsulares. Aludía a unas dimensiones geográficas que compondrían España, la americana, la asiática y la peninsular. La Nación española quedaba constitucionalmente definida.

Derechos y colonias

La cuestión americana estaba planteada, por tanto, desde el primer artículo. El Estado liberal tenía parámetros ultraoceánicos. La problemática de su realización se evidenció en la discusión de la redacción de los artículos 10 y 11. Por el primero se estableció entre americanos y peninsulares un primer acuerdo para organizar en provincias el nuevo Estado. Es notorio que esta primera redacción contó con el rechazo de los americanos, disconformes con la manifiesta diferencia numérica a favor de las provincias peninsulares frente a las americanas (que equivalían aproximadamente a cada Virreinato o Capitanía General, mientras que las provincias peninsulares se identificaban con los reinos históricos de España).

Esto se convertiría en una cuestión política, porque los americanos reclamaban un mayor número de provincias y una organización del Estado que se aproximase al federalismo. El artículo 11 solventó coyunturalmente el problema: tras un intenso debate, se decidió retrasar la definitiva estructura del Estado para una posterior ley, cuando las «circunstancias de la nación» —la urgencia en la metrópoli de combatir la invasión francesa, la urgencia americana de luchar con la insurgencia— garantizaran una discusión sosegada. La Cámara reconocía en la práctica su incapacidad para definir los territorios de su Estado. Y este problema sobrevenía, insistamos, por la incorporación de América como un conjunto de provincias en igualdad de derechos y de representación en el Estado nacional hispano.

Otros artículos fueron especialmente significativos, como el 18 y el 29. En el primero se decía que "Son ciudadanos aquellos españoles que por ambas líneas traen su origen de los dominios españoles de ambos hemisferios, y están avecindados en cualquier pueblo de los mismos dominios", y en el segundo, al explicitar el art. 28 ("La base para la representación nacional es la misma en ambos hemisferios"), se dice que "Esta base es la población compuesta de los naturales que por ambas líneas sean originarios de los dominios españoles, y de aquellos que hayan obtenido de las Cortes carta de ciudadano, como también de los comprendidos en el art. 21".

De especial trascendencia fueron los artículos constitucionales referidos a ayuntamientos y diputaciones provinciales, en cuya redacción la comisión adoptó la Memoria presentada por Miguel Ramos de Arizpe, diputado por Coahuila, para la organización y gobierno político de las Provincias Internas del Oriente de Nueva España. Fue de vital importancia para desentrañar un aspecto importante del proceso revolucionario de la península y América, como fue, a partir de sanción constitucional, la creación de ayuntamientos en todas las poblaciones que tuvieran al menos 1000 habitantes. La propuesta provino del propio Miguel Ramos de Arizpe. Esto provocó una explosión de ayuntamientos en la península y, especialmente, en América, al procederse, tras la aprobación de la Constitución, a convocar elecciones municipales mediante sufragio universal indirecto y masculino. Eso constituiría un aspecto clave para la consolidación de un poder local criollo y un ataque directo a los derechos jurisdiccionales, privilegiados, de la aristocracia, Aspecto fundamental para acabar con el régimen señorial en la península y con el colonial, en América.

Consecuencias de su abolición

Monumento construido en 1912 en Cádizpara conmemorar el primer centenario de la Constitución

La revolución iniciada en Cádiz suscitó la contrarrevolución fernandina. El 4 de mayo de 1814 el recién restaurado rey Fernando VII decretó la disolución de las Cortes, la derogación de la Constitución y la detención de los diputados liberales. Comenzaba el regreso del absolutismo. El día 10 el general Eguía tomó Madrid militarmente proclamando a Fernando como rey absoluto. Previamente, se había gestado todo un clima de bienvenida popular.

Fernando VII se opone a los decretos y a la constitución de las Cortes de Cádiz porque significan el paso de un Estado absolutista a uno constitucional. Es obvio, pero también hay que subrayarlo con énfasis, porque tras los decretos de igualdad de derechos y de representación, tras una constitución para «ambos hemisferios», y tras decretar la constitución de un Estado nacional en el cual los territorios americanos se integraban como provincias, la Corona perdía no sólo su privilegio absoluto sobre el resto de individuos, sino las rentas de todo el continente americano que pasaban directamente a poder del aparato administrativa estatal y no del monarca, al establecer el nuevo Estado nacional una sustancial diferencia entre la "hacienda de la nación" y la hacienda real. No podría consentirlo Fernando VII.

Por otra parte, la representación política y la igualdad de derechos de los americanos se tradujo en una reivindicación de soberanía que colisionaba con la nacional, al estar ésta concebida por los liberales peninsulares como única, central y soberana. El conflicto se estableció no solo entre un rey absoluto y la soberanía nacional y sus instituciones y representantes sino también entre una concepción centralista del Estado (basada en el gobierno de Madrid) y una descentralizada. Nada nuevo en el universo de las revoluciones burguesas, podría concluirse, pero la cuestión es que no era, estrictamente, sólo una revolución española, si se precisan no sólo la nacionalidad sino también los territorios del Estado en cuestión.

Hasta la década de 1820, la mayor parte del criollismo era autonomista, no independentista. Podía asumir una condición nacional española, pero a cambio de un autonomismo en América para todas las cuestiones de política interna, lo que implicaba la descentralización política y las libertades económicas. Para lograr sus pretensiones, los americanos planteaban una división de la soberanía a tres niveles: la nacional, representada en las Cortes; la provincial, depositada en las diputaciones; y la municipal, que residía en los ayuntamientos. Esta triple división de la soberanía, combatida por los liberales peninsulares, se legitimaba en los procesos electorales. Con estas propuestas, el autonomismo americano estaba planteando un Estado nacional no sólo con caracteres hispanos, sino también desde concepciones federales.

Los americanos depositaron toda la organización del Estado en la capacidad representativa y administrativa de las diputaciones provinciales como instituciones capaces de canalizar, administrar y recaudar las pretensiones y necesidades del criollismo de cada provincia. Esto provocó una doble reacción: por una parte el rey se opuso al federalismo, dado que los Estados que eran federales o confederales tenían la república como forma de Estado: los Estados Unidos de América y Suiza. Pero además, federalismo era sinónimo, en aquellos momentos, de democracia, asociada a elementos de disolución del Estado absolutista, y por ende tachados de "anárquicos". En segundo lugar, la propuesta federal de los americanos provocó una reacción cada vez más centralista entre los liberales peninsulares, que insistían en que la soberanía nacional (al ser indivisible) no podía delegarse en modo alguno en diputaciones provinciales y la maquinaria administrativa debería ser manejada sólo desde la Península.

Tras la década absolutista, frustrada la opción autonomista gaditana, el nacionalismo ultramarino optó por la insurrección armada, lo que condicionó la situación final revolucionaria española hasta el triunfo de las independencias continentales americanas en 1825.

 

Viva España!

Que vivan los valientes

que vienen a ayudar

al pueblo gaditano

que quiere pelear.

Y todos con bravura,

esclavos del honor,

juremos no rendirnos

jamás al invasor.

 

19/03/2012 14:13 Miguel Angel Rodriguez Urosa Enlace permanente. sin tema No hay comentarios. Comentar.

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