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Carlos III, Rey en la Casa de la Moneda

Premiar la virtud y el mérito. Bajo esta premisa nació la Real y Distinguida Orden de Carlos III en 1771, creada por el propio Rey en agradecimiento por el nacimiento de su primer nieto, que aseguraba la dinastía. Acaba de cumplir 245 años de historia que, con motivo de los actos del tercer centenario del nacimiento del Monarca, se convierten en protagonistas de la muestra «Virtuti et Merito», inaugurada el pasado lunes en el Museo Casa de la Moneda.
Una exposición única -organizada por el Ministerio de Hacienda y Administraciones Públicas, la Cancillería de la Real Orden de Carlos III, además de la institución anfitriona- que acercará al público piezas extraordinarias de un valor «excepcional». En concreto, 400 obrasprocedentes de 54 museos y colecciones privadas, nacionales y extranjeros, entre documentos, condecoraciones, retratos, mantos ceremoniales de diversas órdenes, monedas y medallas, escudos o modelos originales de conocidos monumentos madrileños.
«No es una simple exposición de medallas, cruces y monedas. Hemos buscado la novedad en las piezas, muchas de ellas pertenecientes a colecciones privadas que nunca antes habían sido expuestas», explica su comisario, Alfonso Ceballos-Escalera y Gila, vizconde de Ayala.
La muestra, que cuenta con 60 expositores, albergará joyas como el manto ceremonial de la Insigne y Real Orden de San Genaro, que ha viajado desde Roma para la ocasión. La excepcional pieza de seda bordada en oro y plata, del siglo XVIII, pertenece a la colección de Carlos de Borbón-Dos Sicilias, duque de Castro. En la misma categoría, la exposición lucirá un manto litúrgico para la Inmaculada Concepción -de la que era especialmente devoto el monarca- con los emblemas de la Real Orden de Carlos III. La pieza, de 1860, es de seda bordada con hilo de plata.
A ellas se suman otras joyas como una alegoría de la Real Orden -datada en el año de su fundación, 1771-, realizada en marfil o una interesante colección de cruces. Entre las curiosidades, destaca también un collar de la Orden de la República -creada en 1932-, hecha en metal y esmalte. Completan la exhibición una gran colección de facsímiles de documentos relacionados con la Real Orden, entre otros objetos.
Durante su inauguración, se presentaron también la moneda de 10 euros que ha acuñado el museo con motivo del tercer centenario y la medalla«Virtuti et Merito».
Cristóbal de Morales | Vigilate et orate
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La cancion del lunar. Joaquin Turina
12 de Octubre 1492, y España cambió el Mundo
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Fandango de Doña Francisquita
El Thyssen muestra la pintura intimista de Renoir

La exposición estará comisariada por Guillermo Solana, director artístico del Museo Thyssen-Bornemisza, que tacha la producción artística del pintor como "placentera, apacible, hedonista y popular".
'Renoir: intimidad' está organizada en torno a cinco bloques temáticos: impresionismo, retratos, paisajes, escenas domésticas y bañistas. En todos ellos el pintor se sirve de las sugerencias sensoriales como vehículo para representar la intimidad en sus diversas formas: social, amistosa, familiar o sensual.
La exposición resalta el papel central de las sensaciones táctiles en la pintura de Renoir frente a la concepción habitual que reduce el impresionismo a la «pura visualidad».
Agnus Dei
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Pioneras de la pintura de bodegones

El Museo del Prado tiene obra de más de 5.000 artistas hombres frente a 41 mujeres, a las que habría que sumar otras 12 contemporáneas, de las que atesora unas 70 obras. Solo siete están expuestas en sus colecciones. Mientras las mujeres cuelgan habitualmente de las paredes de los museos, pocas son las que firman los cuadros. Por eso, no es de extrañar que la historia del arte está tachada, y con razón, de machista. Han hecho falta 200 años para que el Prado se rinda a las mujeres. La pinacoteca nacional, aunque parezca increíble, dedica por primera vez una exposición en solitario a una pintora: Clara Peeters. Un nombre que quedará ya grabado en la historia de la pinacoteca y de la cultura de este país como una pionera en un mundo de hombres. Una simbólica paradoja para quien ya lo fue en los albores del siglo XVII y lo vuelve a ser en este XXI.
¿Y quién es Clara Peeters? Esta pintora fue una de las pioneras de la pintura de bodegones y un importante miembro de la pintura barroca flamenca. Como le ha pasado tantísimas grandes mujeres, su historia se difumina entre el patriarcado y los años. Su trabajo ha estado prácticamente borrado durante cuatro siglos por el mero hecho de ser mujer. No fue hasta los setenta cuando se empezó a recuperar la figura de una de las escasas mujeres que pudo dedicarse profesionalmente a la pintura en Europa en la Edad Moderna y a mirar con otros ojos a su obra.
Hoy solo se conservan y conocen (aunque desde el museo esperan que la lista aumente tras esta muestra) 39 obras de Peeters, y cuatro son del Prado. El hecho de que la pinacoteca tenga la mayor cantidad de sus cuadros ha impulsado esta exposición, que se puede ver del 25 de octubre al 19 de febrero, con 15 de sus naturalezas muertas. Alberto Vergara, comisario y jefe de Conservación de Pintura Flamenca y Escuelas del Norte del Museo del Prado, puntualiza que realmente no son 200 años los que han tardado la mujer en llegar al Prado porque las exposiciones temporales solo se hacen desde hace un par de décadas. "Eso hay que matizarlo porque estas exposiciones no se hacían antes y también llega cuando lo está pidiendo la sociedad", asegura.
La discreta reafirmación de Peeters
Rubens, Van Dyck o Jan Brueghel el Viejo son solo tres de los pintores flamencos que cualquiera conoce y, además, contemporáneos de Clara Peeters. Entre faisanes y quesos, alcachofas y cangrejos, peces y dulces, esta mujer de la que apenas se conocen datos, más allá de que desarrolló su producción en Amberes, quiso reivindicarse como pintora en las primeras décadas del siglo XVII. Lo hizo, por ejemplo, en una lujosa copa dorada (a la izquierda). De forma minúscula y detallada su rostro nos mira dejando clara su presencia. Con un tocado y un vestido de hombros altos o con pinceles y una paleta, pero clavando su mirada en el espectador, Clara Peeters reafirmó su condición de mujer pintora con nombre propio y rostro a través de, al menos, ochoautorretratos que se integran de forma casi imperceptible en sus bodegones.
Es, en palabras de Vergara, la manera en la que “discretamente se quiere mostrar. Es una forma de mostrarse y, después de ella, lo empezarán a hacer otros porque no era habitual. Se quiere enseñar pero con cuidado". Son sus pequeños guiños para seguir rompiendo esa opacidad impuesta a las mujeres. Las naturalezas muertas como manera de demostrar su afán artístico y la necesidad de romper barreras en un mundo masculino de una mujer que no es que fuera especialista en bodegones sino que fue una de las precursoras de este género en los Países Bajos. Una marca de agua, en definitiva, con la que reivindicar su valía, su condición ya no de pintora sino de mujer pintora y cortar ese silencio también a través labrados cuchillos de plata en cuyas hojas y empuñaduras se puede leer su nombre.
La pintura de Peeters es preciosista, detallista -sus autorretratos son una buena muestra de su maestría al pintar en una escala tan diminuta-, laboriosa y minuciosa en la descripción de las formas y las texturas; es elegante y sobria como requiere esa opulencia que retrata en unos cuadros que fundamentalmente estaban dirigidos a la élite rica flamenca. En sus bodegones se percibe sudeterminación por enfatizar la apariencia real de las cosas y la creencia de que puede ir más allá mostrando lo cotidiano y conocido.
A pesar de todo ello, la historia de esta pintora se pierde en la memoria del arte. Como explica Vergara, apenas hay datos sobre ella. Los escasos documentos atestiguan que nació en Amberes entre 1588 y 1590, que era unos diez años menor que Caravaggio (quien firmó el primer bodegón de la historia: 'Cesto con frutas', 1596), sus obras más tempranas e inexpertas datan de 1607 y 1608 y su mayor actividad tuvo lugar entre 1611 y 1612. Las mayores certezas sobre su carrera las aportan sus cuadros y, a través de ellos, se puede afirmar que gozó de reputación y éxito en la época.
"Basándonos en ellos -solo podemos saber quién compraba sus cuadros-, sabemos que tuvo éxito porque se hicieron con su obra dos de los más importantes coleccionistas de arte de la época", afirma el comisario. En el siglo XVII solo había seis lienzos documentados de la artista, dos de ellos los compró laColección Real española y otros dos Diego de Mexía, el marqués de Leganés, a quien Rubens describe en una carta como “uno de los grandes expertos [en pintura] del mundo”. Ellos posaron sus ojos sobre una artista de la que se pierde su rastro y su nombre a partir de 1621 y que hoy vuelve a tener visibilidad para continuar abriendo las pesadas puertas del arte a las mujeres.