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78ª Feria del Libro de Madrid 2019

La Feria del Libro de Madrid se despide hasta el año que viene con unos resultados «espectaculares», ya que en esta 78 edición las ventas han subido un 14% respecto a la anterior, y el total de ejemplares vendidos ronda los 550.000, cantidad que supone una recaudación de 10 millones de euros. «Estamos muy satisfechos, porque estamos en una feria en la que todos los ratios que estamos midiendo son espectaculares. Hemos vuelto a poner el libro en actividad durante 17 días y esperemos que esto sea un acicate para que siga estando presente en toda la sociedad», dijo a Efe Manuel Gil, director de la Feria del Libro de Madrid. Según las cifras facilitadas por la organización, este año la presencia de autores en las 361 casetas de librerías, editoriales, distribuidores e instituciones durante todos los días del evento han atraído la asistencia de lectores que se han encontrado con más de 1.800 escritores, de los cuales el 42% han sido mujeres, y que han protagonizado un total de 5.200 firmas. Del total de visitantes, un 17% son ciudadanos de fuera de la Comunidad de Madrid; le sigue en porcentaje Castilla La Mancha, Andalucía y Castilla y León, lo cual convierte a esta cita en un «referente nacional» del libro. Un año más vuelve a confirmarse una presencia mayoritaria de mujeres, representando el 64% de visitantes; por otra parte, que el 22% de personas que acuden al recinto ferial durante los 17 días sean menores de 25 años indica que la Feria del Libro de Madrid es una «feria joven». «Son cifras que nos tienen que hacer sentirnos orgullosos y empezar a preparar la feria de 2020, y si el libro ha vuelto lo que tenemos que hacer es que el libro siga estando en la calle hasta la feria de 2020», ha manifestado Gil. Debido a la gran ocupación, el director de la Feria apuesta por «desplazar determinadas áreas hacia la zona de la Rosaleda», aunque ha matizado que es un «proyecto» que hay que consensuar. Aunque es consciente de que la meteorología ha respetado la cita, ha afirmado que sería «poco cauteloso» pensar que «todos los resultados se han producido por el tiempo». En este sentido, Gil ha añadido que hay que destacar otros factores, como el país invitado, República Dominicana, que ha venido con una «potencialidad absolutamente desconocida», pero también el trabajo «de un guión previo bien diseñado». «Pero evidentemente hay un factor macroeconómico que es obvio, hay una recuperación, no tenemos el clima de pesimismo económico que había de 2008 a 2015 y todo eso se ha trasladado al consumo cultural. Estamos hablando de que el gasto por español y habitante en esos años llegó a caer hasta 16 euros y ahora estamos en 25», ha agregado. Para Gil, «la fidelidad de la comunidad lectora» también es un hecho a poner de manifiesto sobre una cita que cuenta no sólo con la ciudadanía de Madrid, sino la del resto de España: «Hemos subido un punto respecto al número de visitantes de fuera de Madrid». «Obviamente, esta feria está en el ADN de la ciudad, aquí los niños vienen con sus padres o abuelos, por eso el mensaje de que la Feria tiene que estar siempre en el Retiro, porque es el sitio donde debe estar en los próximo años. Hemos estado 52 años y esperemos estar otros 52», ha referido.Recuperación
El cantar del mio Cid ante tus ojos por primera vez en 600 años

La antesala de Salón general de la Biblioteca Nacional se desvanece cuando los ojos se fijan en el pequeño libro encuadernado en piel de apenas 20 por 15 centímetros en el centro de la estancia.
La imaginación dibuja al escriba encorvado con la pluma en la mano rasgando despacio el pergamino. 600 años de avatares nos contemplan desde la vitrina especial que guarda el códice a temperatura y humedad controladas: la modernidad le ha instalado un sistema que avisa al conservador si los valores se desvían. Día y noche. Se ha reproducido las condiciones de la cámara acorazada en la que conversa desde 1.960 con la primera edición de El Quijote, el libro de horas de Carlos V, los Códices de Madrid de Leonardo da Vinci o el poema medieval “María y Helena”, un texto corto que los juglares llevaban en su zurrón que el Biblioteca Nacional compró a la familia de Alba y que también podremos ver en esta muestra.
Está bien conservado, a pesar de que sus estudiosos vertieron ácido en algunas de sus páginas para reavivar la tinta, lo que ha oscurecido algunas de sus páginas dificultando su lectura. Son 74 páginas de pergamino escritas en letra gótica y fácil de leer. Faltan cuatro pero eso no ha impedido su reescritura, “gracias a la prosa de las crónicas”, nos cuenta el comisario de la exposición Enrique Jerez, “porque los cronistas medievales desde Alfonso X en adelante utilizaron estos cantares de gesta que difundían los juglares para incorporar a sus crónicas, y lo hacían tan bien que hasta usaron verso ligado” Los ojos paganos del siglo XXI contemplan por primera vez el acta de nacimiento de la literatura española, el primer cantar de gesta que de editó en Europa.
Imposible abstraerse a la intensa vida de este incunable, copia anónima de una copia firmada un siglo antes por Per Abat y que está desaparecida. En en concejo de Vivar estuvo y de ahí paso al convento de las Clarisas . El poderoso intelectual y político del siglo XVIII Eugenio Llaguno se lo llevó para copiarlo convirtiéndolo en el primer cantar de Gesta publicado en Europa, pero no lo devolvió a las monjas de Vivar.
En el siglo XIX pasó a manos de Pascual de Gayangos y en la segunda mitad de este siglo el primer marqués de Pidal, Pedro José se convirtió en su custorio. Conventos, palacios y eruditos guardaron la preciada pieza que milagrosamente está en nuestro país, un cheque en blanco que el Museo Británico ofreció a De Gayangos estuvo a punto de dejarnos sin él, ante la pasividad del gobierno español que no vio interés en el códice.
Los Pidal recibieron dos de la Hispanis Society, en 1.939 que a punto estuvieron de doblar voluntades, pero el tesón de la familia consiguió que no saliera de nuestro país. Solo en dos ocasiones, que se conozca, el Códice de Vivar salió de España: en el siglo XIX viajó a Boston para ser estudiado por el hispanista George Ticknor, y durante la guerra Civil española estuvo en Ginebra con otros tesoros nacionales. Avatares de la historia, la Fundación Juan March lo compró a la familia Pidal, por 10 millones de pesetas, que hoy serían 2,2 millones de euros. Las tasaciones más bajas lo valoran en 20 millones de euros. Hoy, gracias a Dios es de todos.
Fra Angelico en El Prado

Florencia, 1817. Un joven Carlos Miguel Fitz-James Stuart (1794-1835), XIV Duque de Alba y VII Duque de Berwick, adquiere dos obras de Fra Angelico: 'La Madonna de la Granada' (h. 1426) y 'El funeral de San Antonio Abad' y las traslada a España.
Como una feliz casualidad del destino, empujada por una enorme generosidad de su descendiente en la actualidad, Carlos Fitz-James Stuart, XIX Duque de Alba, en enero de 2016 acuerda la entrega de estas dos obras para su ingreso en la colección del Museo del Prado.
Desde ahora y hasta septiembre, el Museo Nacional del Prado, como parte de la celebración de su bicentenario, presenta la exposición 'Fra Angelico y los inicios del Renacimiento en Florencia', que gravita alrededor de dos obras consideradas fundamentales en la eclosión como maestro de la pintura de Fra Angelico: 'La Anunciación' y 'La Madonna de la Granada'. Ni en el mejor de los sueños nos imaginamos un final mejor.
El gran maestro fue pintor antes que fraile, literalmente... En 1417 aparece su primer contrato como artista en un taller de manuscritos. Se llamaba Guido di Pietro, hasta 1422 no profesa como dominico para tomar el nombre de Fra Giovanni da Fesole. El nombre de Fra Angelico aparece tras su muerte, en referencia a su profunda religiosidad. Ahora lo podríamos llamar Beato Angelico, pues el Papa Juan Pablo II lo beatificó en 1982.
Su ingreso en el convento como fraile no le impidió colaborar con otros artistas y mantener un gran taller que proveía de pinturas tanto a iglesias como a importantes mecenas de la ciudad y de fuera de ella. Desde 1950 hasta su muerte, de forma exclusiva para Cosme y Pedro de Medici.
Se formó como pintor en una Florencia en la que los encargos públicos conseguidos por Brunelleschi, Donatello y Guiberti hicieron florecer el trabajo artístico. Fra Angelico se entregó a los nuevos lenguajes y a través de sus pinceles realizó la gran aportación a los comienzos de la pintura renacentista: jugó un papel decisivo en el desarrollo de la pala quadrata (retablo cuadrado), la construcción perspectiva y la arquitectura moderna, tres grandes características que reunió en 'La Anunciación', su primera gran obra maestra.
Giorgio Vasari dijo de él: «Nunca levantó el pincel sin decir una oración, ni pintó el crucifijo sin que las lágrimas resbalaran sus mejillas». Podemos añadir que predicó a través de sus pinceles. Y, para la comprensión de los simples fieles, empleó colores vivos y preciosos ropajes, hizo traspasar los cuerpos a través de estos dando volumen a las figuras y describió con precisión una bellísima vegetación, haciéndonos vivir a través de sus obras el paraíso.
En 2019 podremos viajar o no a Florencia, pero en Madrid tendremos un pedazo de ella, del Renacimiento y de los Medici, en el Museo del Prado a través de 82 obras que abanderaron la vanguardia del resurgimiento cultural europeo.
Veranos de la Villa

Manuela Carmena se despidió ayer de su particular manera de entender la Cultura en Madrid. La alcaldesa presentó sus últimos Veranos de la Villa tras cuatro años que han cambiado la forma y el fondo de la cita cultural por antonomasia del periodo estival. Descentralizadas, como una de sus señas de identidad, las propuestas de este icónico festival sustituyeron hace cuatro años las listas de nombres estelares que llenaban los Jardines de Sabatini por la «diversidad de prácticas y manifestaciones artísticas y creativas» que copan ahora los distritos. Este año, serán 41 citas en 35 espacios al servicio de la música, la danza, el teatro, el circo, la zarzuela, el cabaré o la moda. Un «compendio explosivo», en palabras de su directora artística, Maral Kekejian, que arrancará el 28 de junio y se extenderá hasta el 1 de septiembre. El Ayuntamiento ha programado cinco citas por semana. El 90% de ellas serán de acceso libre y las de pago tendrán un precio máximo de 15 euros. Aunque «abrirá sus puertas» con un encuentro entre la arquitectura y las artes –«Un verano entero», comisariado por el colectivo Bwelke– en el parque de la Cuña Verde, el festival arrancará con música el sábado 29 de junio. Lo hará con «Las edades del flamenco», un espectáculo al aire libre en el Parque de las Cruces que reunirá a varias generaciones de cantaores, guitarristas y bailaores de todas las edades. Desde Manuel de la Tomasa, el más jóven con 18 años, a clásicos como Pepe Habichuela o Carrete de Málaga, que no sabe exactamente cuándo nació –se calcula que ronda los 80 años–. El duende será uno de los puntos fuertes de esta cita cultural que llevará, también a un parque –el Lineal del Manzanares, el 10 de julio–, a Arcángel para rendir un homenaje a los grandes iconos del género. Israel Fernández, que ayer ofreció su voz «a cappella» para presentar la programación, estará junto con el guitarrista Diego del Morao en la Cuña Verde de O’Donnell –el 19 de julio, a las 21 horas–. Las voces internacionales, y especialmente las femeninas, cobrarán protagonismo en cuatro citas. La fadista Katia Guerreiro elevará su arte al parque Lineal del Manzanares –el 30 de junio, a las 21.30–. La cantautora Joan Wasser, conocida como Joan as Police Woman, hará escala en Madrid dentro de su gira por Europa con un concierto en el Parque Juan Carlos I –el 10 de agosto, a las 21 horas– en el que presentará su último disco, Joanthology. Un día después, la cantautora californiana Kadhja Bonet estará en el Auditorio del Parque de Berlín con su mestizaje entre el pop y la tradición folk norteamericana. A cubierto, el Centro Cultural Galileo presentará a la soprano italiana Roberta Invernizzi –el 3 de julio, a las 21.30 horas–, especialista en canto barroco, para rendir tributo a las compositoras olvidadas del siglo XVII. La luna y el futuro de la exploración espacial serán el hilo conductor de una de las actividades más peculiares de esta edición: «Pisar la luna». El auditorio del parque Enrique Tierno Galván acogerá la noche del 20 de julio –coincidiendo con el 50 aniversario de la llegada del hombre a la luna– una cita en la que el mundo de la astronomía –incluido el cosmonauta ruso, Alexandr Ivanovich Lazutkin– y el de la música –con Xoel López como artista– se unirán en una velada en la que se explorará el «mito lunar». La moda también tendrá cabida en estos Veranos de la Villa con María Ke Fisherman, que presentará su colección de primavera-verano 2020 sobre el Puente de Toledo –el 8 de julio, a las 22.30–. Debajo del viaducto de Segovia tendrá lugar –el 17 de julio, a las 20.30– una noche de rock progresivo con Cheeto’s Magazine o Pony Bravo, entre otros grupos. La música indie tendrá su representación en la banda Low el 27 de agosto, en la Quinta de Torre Arias. Tony Allen & Jeff Mills pondrán el ritmo a la plaza de Matadero el 7 de agosto. La Quinta de los Molinos acogerá una nueva edición de «Algo inesperado», un concierto sorpresa que el año pasado subió al escenario a Vetusta Morla. Consulta toda la programación de los Veranos de la Villa en https://veranosdelavilla.madrid.es/es/programaMúsica en los parques
El cantaor Israel Fernández durante la presentación de los Veranos de la Villa - Ayuntamiento
Xoel López- Ángel de Antonio
El frontón Beti Jai reabre sus puertas por un día cien años después

Durante más de cien años, el histórico frontón Beti Jai, un edificio único mezcla de estilo ecléctico y neomudéjar, ha permanecido oculto para los madrileños. Hasta este jueves. El inmueble, obra del arquitecto Joaquín Rucoba, se inauguró en 1894, cuando la pelota vasca era muy popular en Madrid (llegó a haber hasta 18 frontones), y estuvo en uso hasta 1918. Desde entonces ha servido como taller de coches, comisaría de policía, almacén y hasta cárcel. Después fue abandonado y su preciosa arquitectura se fue degradando entre críticas de vecinos y defensores del patrimonio.
En 2015 el Ayuntamiento de Madrid lo expropió por casi 31 millones de euros y, al año siguiente, invirtió 4,9 millones de euros para consolidar la estructura y restaurarlo. Las obras acabaron el pasado mes de abril. “Se ha hecho primero la consolidación de las estructuras y luego se han recuperado las escaleras, las gradas... La restauración ha quedado muy elegante y fiel”, explica Carmen Rojas, coordinadora general del Área de Cultura y Deportes, departamento que gestionará el espacio. La responsable municipal admite que la presión de asociaciones como Madrid, Ciudadanía y Patrimonio y la plataforma Salvemos el Beti Jai ha influido para que la Administración no se olvide de este frontón único.
“No hay un edificio igual. Es único. Se construyó cuando el regionalismo arquitectónico estaba de moda y tiene una sutil crujía construida en forma de pala, como esa cesta del juego de pelota, que genera un vacío muy original con el frente de la calle Marqués de Riscal [cerca de la zona de Rubén Darío]”, señala Rojas, que destaca que los materiales son exquisitos: barandillas de forja, columnas de fundición, vigas curvadas en el graderío, crestería, ladrillos... “Nos hablan de una época que ya no existe”, añade. El inmueble es bien de interés cultural (la máxima protección regional) desde 2011.
El Consistorio ha organizado este jueves una jornada de puertas abiertas para mostrar este patrimonio oculto que ha cumplido 125 años y cientos de madrileños han podido visitarlo. "Ha habido una respuesta muy positiva. Casi todos los ciudadanos que se han acercado se han sorprendido de la grandeza del lugar, han hecho fotos y han salido con una sonrisa en la cara", explica Rojas, que es arquitecta de formación.
El nuevo Gobierno municipal tendrá que hacer un proyecto para aprovechar las instalaciones, que tienen un uso deportivo y podrían acoger también actividades culturales. Antes será necesario adaptar el edificio para que tenga servicios y una accesibilidad universal, como exige la normativa. "Se podría hacer por ejemplo una escuela de pelota para jóvenes y combinarlo con conciertos y eventos", propone Rojas.
Sea cual sea el futuro de Beti Jai (que significa "siempre fiesta", en euskera), esperemos que no haya que esperar otros cien años para poder traspasar sus puertas.
FELIZ VERANO
El Museo del Prado reúne a Velázquez, Rembrandt y Vermeer

Persiste el mito de una rivalidad que no existía. Alrededor de los artistas españoles y holandeses del siglo XVI y XVII quedó fijado un falso lema de proezas patrias: aquel que distinguió a los creadores por naciones, que ondeaba el prestigio de la identidad territorial, que los ponía a competir en el paisaje de la pintura europea. El siglo XIX forjó la ortopedia. Los primeros compases del XX, tan hipernacionalistas, la sustentaron creando un check point estético en favor de los terruños. Pero la realidad es otra. Menos monolítica, más dúctil.
Muchos de esos artistas trabajaron en una misma dirección, sin saberlo. Impulsados por intereses comunes que iban de Italia a Flandes, de Francia a España. Y generaron, sin buscarlo, una armonía compartida. Lo dijo bien Ortega y Gasset: "La unidad de la pintura en occidente es uno de los grandes hechos que hacen manifiesta la unidad de la cultura europea". Y en ese frente malversado pone ahora el foco el Museo del Prado con la exposición Miradas afines, patrocinada por la Fundación Axa, abierta hasta el 29 de septiembre y de la que es comisario Alejandro Vergara, jefe de conservación de pintura flamenca y Escuelas del Norte de la pinacoteca.
Entre los convocados: Velázquez, Rembrandt, Vermeer, El Greco, Antonio Moro, Zurbarán, Murillo, Frans Hals, Ribera y Juan van der Hamen, entre otros. Todos ellos desarrollaron motivos comunes en sus trabajos, manejaron técnicas compartidas, y en los talleres accedían a los mismos libros, como el de Giorgio Vasari: Las vidas de los más excelentes pintores, escultores y arquitectos. Eso rompía las distancias. El Renacimiento impulsó en todos un entusiasmo inédito por la antigüedad. Y desde ahí, unos y otros concretaron sus voces en una misma dirección.
El retrato, las ficciones realistas, el bodegón, el paisaje o las escenas mitológicas empezaron a ocupar buena parte del interés de los pintores. No hubo un trasvase exacto, sino una complicidad espontánea que conformó una manera de ver el mundo, de representarlo, de fijarlo. "Ni Velázquez, ni Vermeer, ni otros pintores de la época expresan en su arte el carácter de sus naciones, como se ha afirmado frecuentemente, sino unos ideales estéticos que compartían con otros muchos artistas del continente. No queremos afirmar que no existen diferencias, lo que queremos decir es que no hay tantas", explica el comisario.
La exposición, que reúne 82 piezas y se verá de otro modo en el Rijksmuseum de Ámsterdam, es una apología de la pluralidad, en favor de la contaminación artística más allá de símbolos patrios y contra esa "chifladura de exaltados", como escribió Unamuno, "echados a perder por indigestiones de mala Historia". En esa misma senda hace surco Miguel Falomir, director del Prado. "La realidad artística de Flandes y España no es la del conflicto entre protestantes y católicos, hay mucho más. Y es todo aquello que conforma el nudo de la cultura. Por eso defendemos esta exposición como un convincente y encendido alegato en favor de la cultura europea".

Muchos de los artistas no se conocían entre ellos, pero existen concomitancias claras que en esta muestra se hacen sitio. La información fluía por Europa y, de algún modo, calaba en los talleres. Esto es fácil de advertir en el encuentro del delicado paisaje de Velázquez, Vista del jardín de la Villa Medici en Roma (1630) junto a Vista de casas en Delft (La callejuela) (1658). El maridaje es sorprendente. Y así sucede, además, con muchas otras de las piezas escogidas, como el Demócrito de Hendrick ter Brugghen (1628) y el de José Ribera (1630). O como el Menipo (1638) de Velázquez y el Autorretrato como el apóstol San Pablo de Rembrandt (1661). Todo encaja. Y consolida una forma de entender Europa.
Al frente de las admiraciones de unos y otros estaba la pintura italiana renacentista, que exhibía un desarrollo insólito. Tiziano estaba considerado il miglior fabbro. El arte también viajaba. El mecenazgo empezaba a tener presencia en la sociedad civil y eso provocó la dispersión de obras por Europa. Así es fácil detectar cómo los modelos se repetían. Por ejemplo, los pintores españoles y holandeses del siglo XVII también compartieron su afán por humanizar los asuntos que pintaron. Los dioses, santos o sabios antiguos que aparecen en sus obras son personas de rasgos comunes, que visten ropajes humildes y habitan espacios de aspecto cotidiano.
Pero una ausencia marca también la exposición: La rendición de Breda, de Velázquez. En su lugar, un mapa del sitio de Breda. "No se trata de una muestra sobre Historia ni sobre las relaciones entre Países Bajos y España. Por eso prescindimos de esa tela. No hay que buscar más allá", dice Falomir.
El cuadro de Velázquez desarrolla, sin vanagloria ni sangre, el tema de la guerra de Flandes para independizarse de España. Justino de Nassau (hijo de Guillermo de Orange), defensor de Breda, aparece con las llaves de la ciudad en la mano y hace ademán de arrodillarse, lo cual es impedido por su contrincante, que pone una mano sobre su hombro y le impide humillarse.
En este sentido, es una ruptura con la tradicional representación del héroe militar, que solía representarse erguido sobre el derrotado, humillándolo. Igualmente se aleja del hieratismo que dominaba los cuadros de batallas. Un cuadro significativo que no tiene sitio, además, "porque rompería el espacio de la exposición", apunta Falomir.
Aun así, el conjunto despliega un relato deslumbrante donde la pintura se aúpa como principal costura entre dos países que están en un momento de mutación, de expansión y de contracción. Que son más eje de Europa que nunca. De ahí que el uso del arte como estandarte sea también una seña de identidad. "Una pintura con bandera tiene algo de mística y el sentimiento de pertenecer a una tribu es grande", explica Alejandro Vergara. "No se suelen colgar cuadros de distintos lugares juntos, pero ahora el mensaje es que se puede ser escéptico al mito".
Esta es una de las exposiciones más ambiciosas de la actual temporada del Prado, en pleno rendimiento por los actos del bicentenario, lo que según el director de la pinacoteca hace pertinente reflexionar sobre la sostenibilidad del espacio expositivo y el flujo de visitantes que pueden asimilar los museos. Entre 20 y 30 minutos podrá disfrutar la muestra cada visitante. "No es una medida excepcional ni restrictiva, son las pautas que se toman para evitar grandes aglomeraciones", dice Falomir.
Poco tiempo para una propuesta tan ambiciosa, en la que están las claves de todo aquello que une a algunos de los maestros de la pintura española y holandesa. La mejor escudería del arte del siglo XVII, con Italia al frente. Con el siglo a cuestas. Con el corsé del nacionalismo invalidado.